Fundado en 1910
El general Miguel Núñez de Prado, en uniforme

El general Miguel Núñez de Prado, en uniforme

La historia de Núñez de Prado: el ‘virrey’ de Guinea que terminó ejecutado en Pamplona

Fue un militar destacado que participó en la Guerra del Rif y fue uno de los pioneros de la aviación militar. Era general de brigada cuando Primo de Rivera lo nombró gobernador en Guinea

Uno de los principales problemas de las colonias africanas durante el siglo XIX y principios del XX fue la dificultad de comunicación. El territorio no se dominaba en su totalidad y las noticias del interior alejado eran confusas, parciales e interesadas. El rumor, la mixtificación y el engaño corrían sin obstáculos. Abundaban los caciques coloniales y la corrupción.

Este panorama, que denota un cierto descontrol, se completa si tenemos en cuenta que las colonias estaban sometidas a un exceso de potestad gubernativa y a una carencia del imperio de la ley, por lo que los gobernadores, delegados del Ejecutivo metropolitano, eran casi virreyes o procónsules encargados, ante todo, de mantener el territorio como posesión del Estado. En todo caso, autoridades con un gran margen de arbitrariedad.

En colonias como Guinea española, los europeos estaban protegidos por la autoridad y sus agentes. No hay que desdeñar el papel de muchos colonos, funcionarios y militares que cumplieron con sus deberes profesionales y morales, ajustándose a la ley y manteniendo un comportamiento digno con la población nativa. Pero sirva esta introducción para enmarcar la historia y la leyenda de un gobernador singular: Miguel Núñez de Prado.

Se ha escrito algo sobre su etapa de gobernador en los Territorios Españoles del Golfo de Guinea (1925-1931), generalmente para destacar su carácter autoritario en el ejercicio de sus funciones, los castigos y multas sin justificación, así como su sumisión al capricho de su amante, que habitaba en el palacio del gobernador, convirtiendo la sede en una corte de aduladores, ventajistas y arribistas coloniales. La falta de noticias y la posible exageración de las versiones hacen que la historia se convierta en leyenda, por lo que es necesario tomar los datos con cautela.

Miguel Núñez de Prado había nacido en Montilla en 1882. Fue un militar destacado que participó en la Guerra del Rif y fue uno de los pioneros de la aviación militar. Era general de brigada cuando Primo de Rivera lo nombró gobernador en Guinea. Iba a suceder a un gobernador icónico y longevo en el puesto, Barrera. Nos dice Gustau Nerín en La última selva de España (2010) que Núñez de Prado siguió la política de aquel: «improvisador, poco dado a la burocracia y voluntarista más allá de las normas contables». Al parecer, era también un hombre dotado de un gran ego y complacido con su papel de casi virrey.

Núñez de Prado tuvo una ventaja frente a sus predecesores, y posiblemente a sus sucesores: el dinero del que dispuso. La dictadura optaba por una política de autarquía que dirigió la atención hacia los productos coloniales. En 1926 se le otorgó un crédito de 22 millones de pesetas, lo que provocó una euforia en Guinea.

Con ese dinero podía explorar, abrir puestos de la Guardia Colonial, construir caminos y edificios públicos y mejorar los transportes, las comunicaciones, la sanidad y la enseñanza. Su concepto de colonización se basaba en la imposición al colonizado, como los gobernadores de Indias, en contraste con la política de atracción que propugnaba Barrera.

Núñez de Prado fue un gobernador de la dictadura, muy próximo a Primo de Rivera y al conde de Jordana. Tuvo una faceta exploradora, asumiendo en persona los viajes de conocimiento y control del territorio continental. En 1926 hizo su primer viaje por la zona continental, internándose hasta Evinayong, que en ese momento se consideró como posible capital de la región por su centralidad. Desde allí llegó a Mikomeseng y regresó a Bata.

Como consecuencia, se construyó la carretera que unió esas localidades. En 1927 se completó la vigilancia de la frontera sur con el establecimiento de los puestos de Akuremen, Ayen y Abenelam, además del de Misenga, más al interior. Se había logrado establecer la autoridad en todo el territorio 150 años después de la adquisición de Guinea, aunque aún faltaba cerrar la red de caminos. En enero de ese mismo año, el gobernador declaró a El Debate que, a mediados de 1929, el territorio podría ser cruzado en automóvil en todas direcciones.

Pero el gobernador tenía una cara oscura. Su arbitrariedad en el ejercicio del cargo, los abusos que incluían castigos corporales a europeos, encarcelamientos injustificados, multas, destierros sin base legal, el maltrato a africanos obligados por la Guardia Colonial a realizar trabajos forzados, el caos administrativo –más grave que nunca–, la mala conducta personal del gobernador y de otras autoridades, la protección a ciertos colonos cercanos a él, el papel que jugaba su amante en los asuntos coloniales decidiendo nombramientos y concesiones... Todo esto empezó a ser un tema recurrente en los debates sobre Guinea.

Con la instauración de la República, las denuncias se multiplicaron en escritos de residentes europeos dirigidos al director general Diego Saavedra, así como en informes remitidos al presidente del Consejo de Ministros por algunos colonos. La situación era insostenible y su cese, inevitable. Finalmente, fue destituido con la llegada del primer gobierno republicano.

Sin embargo, Núñez de Prado no cayó en desgracia. Era un republicano convencido, masón y con buenas relaciones en el poder. En 1936 era director general de Seguridad y fue nombrado director general de Aeronáutica. El día del golpe militar se trasladó a Zaragoza para impedir que Cabanellas se sumara a los rebeldes. Fue detenido y ejecutado en Pamplona.

Es preciso determinar hasta qué punto todas las denuncias eran exactas y cuáles fueron fruto del resentimiento de algunos advenedizos o de quienes querían aprovechar el cambio político para obtener ventajas personales. No conocemos ningún escrito en el que el gobernador se defendiera de sus detractores ni justificara sus actuaciones. La historia colonial tiene estas nebulosas novelescas.

comentarios
tracking