Biden y Xi Jinping dan un paso hacia la distensión y se ven las caras en San Francisco
Se espera un acercamiento que no se produjo en la anterior reunión de los líderes durante la cumbre del G20, en Indonesia, el año pasado
Los analistas internacionales guardan expectación ante el inminente encuentro entre los presidentes de EE.UU., Joe Biden, y el de China, Xi Jinping que se reúnen en medio de un clima geopolítico difícil y deteriorado, con sus países en lados opuestos de dos grandes conflictos del presente: Ucrania e Israel.
El encuentro tendrá lugar este miércoles 15 de noviembre en San Francisco, en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). Éste marca la primera reunión entre ambos líderes en suelo americano y la segunda desde que Biden subió al poder en 2021.
La reunión es la culminación de meses de diálogos a bajo o medio nivel mantenidos durante el verano, en los que Washington envió más delegados a China que Pekín a Estados Unidos.
El hecho de que el líder chino visite Estados Unidos por primera vez en seis años demuestra, a priori, buena disposición por parte China. Dada la alta tensión internacional, China quiere sacar ventaja en su papel de pacificador mundial, dado que es un referente para tantos países del «sur global».
Entre otros compromisos, se espera que Xi intervenga en una cena organizada por el «Comité Nacional de Relaciones EE.UU.-China» y el «Consejo Empresarial EE.UU.-China», cuyas entradas, para tales eventos, están a un precio superior a los 2.000 dólares.
Un discurso de Xi ante la comunidad empresarial chino-estadounidense pondría de relieve el interés del presidente chino por atraer de nuevo a China a las empresas extranjeras, muchas de las cuales se habían asustado tras el cierre de los tres años de «cero-Covid», así como las redadas de consultoras extranjeras. Del otro lado, ha habido un creciente número de restricciones estadounidenses para hacer negocios con China, especialmente en los sectores de alta tecnología.
Este evento supone un acercamiento y, sin duda, una distensión encubierta y aderezada con acuerdos comerciales.
El escollo fundamental se centra en las amplias restricciones a la exportación de tecnología avanzada a China que entrarán en vigor el próximo 16 de noviembre, justo al día siguiente de que se produzca la reunión entre Xi y Biden.
Las nuevas normas suponen un endurecimiento de los controles introducidos el año pasado, con el objetivo de cortar el acceso de China a los semiconductores más sofisticados, necesarios para desarrollar inteligencia artificial avanzada. El trasfondo de tales limitaciones se debe a impedir un mayor desarrollo militar de China.
Pero, asimismo, si Estados Unidos sigue suprimiendo los chips de gama alta con China, este hecho tiene un impacto muy negativo en el desarrollo de la industria electrónica china. Por eso se prevé que los semiconductores sean un área de especial preocupación para la parte china en estas conversaciones. También se mantienen en vigor unos aranceles sobre unos 370.000 millones de dólares de importaciones chinas que se impusieron por parte de la administración Trump.
Con todo, se espera un acercamiento que no se produjo en la anterior reunión de los líderes durante la cumbre del G20, en Indonesia, el año pasado.
A juicio nuestro, lo más que se puede esperar es que China saque alguna ventaja y se ponga de puntillas para tratar de sacar cabeza sobre EE.UU. La realidad política le importa mucho más a China que su realidad económica, y las guerras abiertas de Ucrania e Israel con Hamás están resultando ampliamente beneficiosas para Pekín.
La negativa de Pekín a condenar a Hamás sus actos de violencia en Israel ha frustrado a los líderes occidentales y subraya que el Partido Comunista Chino y el gobierno de Xi no solo es la mayor amenaza para los intereses globales de Estados Unidos, sino que mantiene un tenso pulso hegemónico.
Posteriormente, se demostró que el globo no había enviado información de inteligencia a China, pero la magnitud de la crisis en las relaciones entre Estados Unidos y China desencadenada por el incidente alarmó a muchos observadores.
Este mismo mes, Estados Unidos y China mantuvieron conversaciones «sobre control de armas y no proliferación» que no se había repetido desde la administración Obama.
El Departamento de Estado estadounidense describió las conversaciones como «sinceras» y «constructivas» y, parece, que debatieron sobre «cómo garantizar que la competencia económica y los desacuerdos sobre temas como Taiwán no deriven en un conflicto».
También China y Estados Unidos, junto con el Reino Unido, la Unión Europea y Australia, han firmado recientemente la «Declaración de Bletchley» sobre los riesgos que plantea la Inteligencia Artificial.
Con las elecciones a la vuelta de la esquina en Estados Unidos y un 2024 que se espera agitado, puede ser esta una oportunidad de modificar el rumbo, aunque no se ve mucho margen para alterar fundamentalmente el curso de las relaciones entre Pekín y Washington.