La nena de los Batet
Estos sanchistas han perdido la vergüenza definitivamente, y nadie les pide cuentas por su repugnante tendencia a la mentira, la manipulación, el abuso grosero en sus cargos y el desprecio por la ecuanimidad
En la burguesía catalana, especialmente en la barcelonesa, «el nen y la nena» ocupan un lugar de privilegio en la presunción social.
–¿Has visto cómo medró el nen de los Capdevila Pipoll-Clochet? Lo han nombrado Director de las Montañas Rusas de «Port Aventura».
–Lo hará bien, porque es un nen muy avispado.
En los años 60, en una importante revista de sociedad, aparecían todas las semanas dos mujeres de Barcelona de alto tronío. La condesa viuda de Lacambra y doña Marta Moragas de Moragas. Eran las presidentes de todas las asociaciones benéficas. Una semana, no se produjo ninguna cuestación, y la condesa viuda de Lacambra no tuvo la oportunidad de aparecer en las páginas de sociedad. Pero sí lo hizo doña Marta Moragas de Moragas, con una gran fotografía en la que posaba con un enorme oso de peluche entre sus brazos. Pie de foto: «Doña Marta Moragas de Moragas con el precioso oso de peluche que ha de regalar a su nieta, su nena preferida, con motivo de su onomástica».
En el hogar de los Batet estaban de fiesta. La nena Meritxell llevaba camino de convertirse en una gran bailarina de Ballet clásico.
–A este paso, la nena bailará en el Ballet de la Ópera de Viena, decía el padre orgulloso.
–Invitaremos a los Premiá de Fontsalit al estreno, porque su nena baila fatal y nos envidian.
–Qué «diversió».
Y no llegó a la Ópera de Viena, pero se convirtió en una notable bailarina, que llegó a interpretar a uno de los cisnes blancos del Lago de los Cisnes. Y cansada de bailar, estudió con brillantez. Joven, rubia, con el pelo muy rizado por doquier, y una gran ambición política. Se dio de alta en el PSC, y como buena socialista, se introdujo en los espacios del nacionalismo. Pero se enamoró de un político pepero, Lasalle, muy acomplejado y más aburrido que un baúl, santanderino, que llegó a ser secretario de Estado de Cultura con el Gobierno de Rajoy. Lasalle fue el que le endosó al ministro Méndez de Vigo el papelón de entregar a Trueba, el acaparador de paisajes, el Premio Nacional de Cinematografía, acompañado de unos buenos miles de euros, y que Trueba agradeció ciscándose en España. Cineasta oficial, como Almodóvar, León de Aranoa y demás subvencionados. En París, Almodóvar, posando vestido como mi tía Cuca, mi madrina, (Q.E.P.D.) ha manifestado que sabía que su película no iba a gustar al 50 por ciento de los españoles, porque España es una nación dividida. Y tiene razón. Pero se le olvidó recordar que la subvención para producir su bodrio lo hemos pagado el 100 por cien de los españoles, sin haber sido consultados previamente del destino de nuestro dinero.
Pero hay que ir a Meritxell, la bailarina. No respeta su cargo de presidente del Congreso de los Diputados, la tercera autoridad del Estado.
En el acto de la conmemoración del 43º aniversario de la promulgación de nuestra Constitución, con pésima educación y parcialidad pasmosa, se dedicó a atacar, desde su alta responsabilidad institucional, al PP, Vox y Ciudadanos. Eso sí, dejó tranquilos a los etarras de EH Bildu, y a sus parientes separatistas de ERC. La presidenta del Congreso está obligada a exigirse a sí misma la serena cortesía de la imparcialidad, y más aún, en un acto festivo como el del pasado 6 de diciembre en el Congreso de los Diputados. Sucede que estos sanchistas han perdido la vergüenza definitivamente, y nadie les pide cuentas por su repugnante tendencia a la mentira, la manipulación, el abuso grosero en sus cargos y el desprecio por la ecuanimidad. Más que presidente del Congreso es una chica de Sánchez, y así se comporta.
Hemos perdido en España una buena bailarina y ganado una nena inmersa en la desvergüenza. La nena de los Batet.