El lío de Lia
Creo que el deporte no puede admitir la transexualidad de hombre a mujer. Los hombres contra los hombres y las mujeres contra las mujeres. Como ha sido hasta ahora
Me gustaría conocer la opinión de Irene Montero, la Belarra, la Díaz y demás feministas estratosféricas y politontas respecto a Lia Thomas.
A Irene le encanta la transexualidad. El poderoso feminismo errado se ha inmiscuido en el deporte creando un grave problema. El peor de los atletas masculinos se puede convertir, siempre que no pierda en la fase de cambio de sexo su musculatura, en una campeona imbatible. Físicamente, el hombre es más fuerte que la mujer, del mismo modo que la mujer, mentalmente, está más desarrollada que el hombre, si bien no son ejemplo de ello ni la Montero, ni la Belarra ni la Díaz.
Estoy seguro de que las tres saben nadar. La primera tiene piscina en La Navata. En una parte se hace pie, por los niños, la niñera y Echenique, y en la otra la profundidad se acerca a los tres metros de agua. En los cercanos ayeres, muchos marineros y pescadores no sabían nadar. En el decenio de los sesenta, después de alcanzar la baliza final de la gran regata de traineras de La Concha, en San Sebastián, algunos remeros de Pasajes de San Juan tuvieron que ser rescatados por socorristas y aficionados cuando volcó su trainera. Terminado el esfuerzo, los remeros inclinaban la embarcación a babor y estribor para refrescarse. Calcularon mal y la trainera de Pasajes volcó. Cinco de los remeros casi se ahogan. En la actualidad, nada todo el mundo. Cuando Rita Maestre acude invitada a la piscina de Galapagar de los Iglesias, con anterioridad al arroz con bogavante y la barbacoa, le informa a Irene: «Irene, tía, me voy a hacer unos cuantos largos». E Irene le responde, animándola: «Es que tú nadas como los peces, tía, que me das mucha envidia, tía, pero que mucha envidia». Y Rita nada unos cuantos largos. Es lo normal.
El apuesto y musculoso nadador norteamericano Will Thomas, era un nadador del montón. En la clasificación ocupaba el puesto 462 de los nadadores federados. No entraba en los planes del equipo americano de natación convocarlo para unos Juegos Olímpicos o un Campeonato del Mundo. Y decidió convertirse en mujer. Gracias a las hormonas le crecieron las tetuelas y con la colaboración del eficaz bisturí transformó su fuchinga en huchita. Se aplica todos los días una espesa crema para impedir el crecimiento de la barba y los bigotes, si bien ese detalle no le impide ser mujer. Cuando la crema falla, se depila. Y compite con otras mujeres. Ahora es la número uno de la natación femenina de los Estados Unidos, y muchas de sus contrincantes se niegan a competir con ella, porque tiene más de él que de ella, y le acusan de tramposa. Como Will Thomas era una porra de nadador y como Lia Thomas, es una campeona. Eso, la transexualidad. También abundan las transexuales en la halterofilia y el atletismo. Al fútbol todavía no han llegado. Isco, que a principios de la primera confinación ilegal simpatizaba con Podemos, en un equipo femenino sería como Di Stéfano, Pelé, y Cruyff reunidos en una sola persona.
Ser un deportista masculino inmerso en la mediocridad y hacerse mujer para competir desde la trampa, está muy feo. Hasta Iceta podría correr la banda como si fuera Gento, con esa agilidad que demuestra en el baile. Pero creo que el deporte no puede admitir la transexualidad de hombre a mujer. Los hombres contra los hombres y las mujeres contra las mujeres. Como ha sido hasta ahora. De ahí que me interese conocer la opinión de nuestras chicas ministras. De aceptar la farsa, a pesar de mis años, me opero y a ver qué pasa. Aunque no pase.