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HorizonteRamón Pérez-Maura

Carlos III se alía con Juan Carlos I –y que les den–

«Napoleonchu» ha prohibido a todos los diplomáticos españoles decir ni palabra sobre la Reina muerta y las relaciones bilaterales. ¿Por qué si no el embajador de España en Londres no ha declarado a los medios ni palabra sobre el asunto desde que murió la Reina el pasado día 8?

Actualizada 05:29

Decía Alfonso Ussía días atrás (Algo es algo, El Debate 10-09-22) que la muerte de la Reina Isabel II del Reino Unido le estaba mostrando cuántos monárquicos pro británicos tienen los medios de comunicación españoles, que casualmente no son monárquicos españoles. Esto me ha recordado mucho a la anécdota que contaba mi amigo lord Garel-Jones, que en abril de 1993 era ministro de Estado para Europa y América Latina en el Foreign Office británico. El 21 de abril de ese año se celebró en Brasil (¡Sí! ¡El 21 de abril de 1993!) un referendo sobre el modelo constitucional del Brasil: Monarquía o República. El gran Tristán empezó a promover entre todos sus amigos brasileños la idea de la restauración de la Monarquía Imperial en la legítima dinastía de los Orleans-Braganza hasta que un buen día se le acercó un alto funcionario del Foreign Office a decirle que no podían tomar partido en una contienda doméstica. Recuerdo bien que Tristán me dijo que le respondió que «¿cómo no vamos a poder promover nuestro sistema constitucional en otros países? ¡Tampoco hay tantos en los que tengan una dinastía a la que podamos apoyar en su restauración!»

Cuánto me hubiera gustado que el gran Tristan Garel-Jones, el galés de Candeleda, Ávila, que fue vice-chambelán, auditor y tesorero de la Casa Real inglesa, hubiera vivido lo sucedido en las últimas horas en torno a Don Juan Carlos y el funeral de su Reina Isabel II a la que sirvió con perruna lealtad. Y digo «perruna» porque eso que en otros tiempos era insultante, hoy en día sería el mayor elogio. Y Tristán se descoyuntaría de risa con ello.

Lo que hemos vivido en los últimos días ha sido un gesto de apoyo inequívoco del Rey Carlos III a su primo el Rey Juan Carlos I y a los que no les guste, que les den. Como es lógico y como Tristán creía que los ingleses debían hacer en el referendo del Brasil, el acoso al que la Corona está sometida en España por parte de su propio Gobierno merece ser compensado con algún apoyo de otras Monarquías. Algunos creyeron que tras la Reina Isabel II aquello iba a flaquear. Ésta es la prueba de que no.

Huelga decir que Carlos III sabe perfectamente que Juan Carlos I está políticamente exiliado de España. No hay ninguna razón legal para que no pueda residir aquí. Y todos sabemos dónde vive. Desde la primera declaración de nuestro ministro de Exteriores, Napoleonchu, el pasado viernes en RNE hemos sabido con certeza que Moncloa quería evitar que Don Juan Carlos acudiese a Londres. Y Napoleonchu ha prohibido a todos los diplomáticos españoles decir ni palabra sobre la Reina muerta y las relaciones bilaterales. ¿Por qué si no el embajador de España en Londres no ha declarado a los medios ni palabra sobre el asunto desde que murió la Reina el pasado día 8? Estamos saciados de ver al embajador británico en Madrid hacer declaraciones sobre su difunta Soberana. Pero el único que puede hablar de este asunto en el Ministerio de Exteriores español es Napoleonchu al que para mayor afrenta han decidido enviar al funeral de Estado como ministro de jornada. Por su propio bien, espero que no se cruce con el Rey Juan Carlos.

Han llegado a decir también que el propio Sánchez ha decidido no acudir porque no quiere coincidir con el Rey Juan Carlos. Lo que pasa es que Buckingham Palace no consulta con la Moncloa a quién invita. Ellos saben cómo tienen que hacerlo: con Zarzuela. Y todo lo más, preguntan si acudirá el Rey o en quién delega su representación, como será el caso de Dinamarca, que envía a su Príncipe Heredero. Pero si Zarzuela ya ha dicho que va el Rey, Buckingham es libre de invitar a cualquier otro familiar español que tenga por conveniente. Supongo que no será el caso, pero si alguien en Moncloa se hubiera molestado en preguntar antes de anunciar que Begoña y Pedro Sánchez no acudirán, habrían podido averiguar que cuando se celebró el funeral de la Reina Madre en abril de 2002, con un protocolo muy similar, al primer ministro de la República de Bulgaria le sentaron casi detrás de una columna, según correspondía por su cargo. Y a diferencia de Sánchez, el primer ministro búlgaro de aquella época, Simeón Sajonia-Coburgo-Gotha, era un primo muy querido y admirado por la Reina y normalmente recibía en palacio el tratamiento de Su Majestad el Rey Simeón II de los Búlgaros. Pero claro, Sánchez debe creer que Su Persona merece precedencia frente a alguien así.

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