Judío nazi
¿Se imaginan la que se habría armado si un diputado de Vox hubiera llamado despectivamente judío a cualquier político de esa religión? Pintarían las sedes de Vox con cruces gamadas y los programas al rojo vivo harían ediciones especiales
El pasado lunes tomé una cocacola a media mañana en el Hotel Santo Mauro con un buen amigo, miembro muy relevante de la comunidad judía española. Comentábamos la situación política en nuestro país y la marcha de la precampaña electoral, cuando yo comenté que a Elías Bendodo se le ven pocas ideas conservadoras, al igual que a otros miembros de la dirección del PP. Mi interlocutor confirmó y amplificó mi punto de vista, mostrando su preocupación.
No habían pasado 48 horas cuando irrumpió en escena un carcamal socialista que llamó a Bendodo en Twitter «judío nazi» por decir éste que Sánchez es un «tramposo» y acusarle de impedir que los españoles voten. Con un par. ¿Se imaginan la que se habría armado si un diputado de Vox hubiera llamado despectivamente judío a cualquier político de esa religión? Pintarían las sedes de Vox con cruces gamadas y los programas al rojo vivo harían ediciones especiales.
Hay algunos que creen que en España hay un gran antisemitismo heredero del franquismo y su famosa coletilla para casi todo con la que se culpabilizaba de lo que fuese a «la conspiración judeo-masónica». Personalmente me cuento en el número de los que no creen en ninguna conspiración judía, pero estoy firmemente convencido de la incursión de la masonería en las más altas instancias del Gobierno y su Ministerio de la Presidencia. Pero esa es otra historia.
El racismo antijudío en España está hoy muy asentado en la extrema izquierda. Y ese racismo no parece tener mayores consecuencias. Quien ahora ha agredido así al coordinador general del PP es Amparo Rubiales, una antigua concejal comunista del Ayuntamiento de Sevilla, que hizo mejor carrera en el PSOE, con quien entre 1982 y 2004 fue diputada autonómica, senadora, diputada nacional y vicepresidenta del Congreso de los Diputados entre otras canonjías. La impronta que dejó fue francamente mínima. Y ahora funge como presidente del PSOE de Sevilla, donde han salido rápidamente a «desvincularse totalmente de las declaraciones que ha realizado a título personal en sus redes sociales la socialista Amparo Rubiales». Y consciente de su infamia, se ha quedado tan contenta diciendo que no tiene nada en contra de que Bendodo sea judío, pero sí de que sea nazi. Después de despacharse con un ataque racista y una acusación totalitaria, Rubiales cree justificado llamar nazi a un dirigente político por decir que Sánchez es un «tramposo». No puedo imaginarme los epítetos que debe guardar para mí después de los adjetivos calificativos con los que he saludado la actuación de Sánchez a lo largo del último lustro.
Del oxímoron que es llamar a alguien «judío nazi» ya hablaremos otro día, porque no sé si la mente de Rubiales puede estar ya muy fatigada intentando entender las ideas básicas aquí expuestas. Pero lo que hemos de tener muy claro es que en España sigue habiendo un racismo latente especialmente asentado en nuestra izquierda. Y consiguen que no se hable de ello mientras lanzan acusaciones de ser racistas contra otros ámbitos del espectro político sin tener el más mínimo fundamento. A ver si se lo hacen mirar.