Correos
Un presidente de Correos que acumula en cuatro años una deuda de mil millones de euros tendría que haber sido despedido a pesar de las amistades, y sin miramientos
El gran Evaristo Acevedo, antes de triunfar en La Codorniz con La Cárcel de Papel y La Comisaría de Papel fue cartero. «Trabajé en la empresa mejor organizada del mundo», decía con orgullo. A Evaristo, que era muy tímido, sólo le afectaba llevar a los domicilios particulares certificados y notificaciones. «Me producía desazón incitar al sexo a los que recibían las notificaciones en sus hogares cuando leían la chapa que llevábamos los carteros en nuestro uniforme. Correos». En los últimos años recopiló en tres volúmenes las erratas más divertidas de la prensa nacional, La Antología de los Gazapos. Eran tan graciosas como sus comentarios.
Los carteros –ahora fulminados por los correos electrónicos– eran queridos y respetados. Eran los mensajeros de las malas noticias y de las mejores, embajadores de las cartas de amor. Una de las baladas más emocionantes de Georges Moustaki rinde homenaje al cartero –«Le Facteur»–, con un texto emocionante. Los carteros –como los serenos– eran profesionales queridísimos y cercanos. Sus presidentes acostumbraban a ser gestores de gran prestigio, y la organización de la empresa pública se acercó siempre a la perfección. Alberto Núñez Feijóo fue un callado y eficaz presidente de Correos, y se conoce la empresa y su funcionamiento al dedillo. Por ello está preocupado. El actual presidente de Correos lo es exclusivamente por ser íntimo amigo del receptor del voto de «Txapote». He leído que Correos arrastra desde su presidencia una deuda de 1.000 millones de euros, que falta personal y que los votos por correo se acumulan en sus oficinas y estafetas sin garantías de llegar a las urnas.
No obstante, el presidente, Juan Manuel Serrano, íntimo amigo del posible receptor del voto de «Txapote», comparte con quien le aupó a tan importante cargo los síntomas de la prepotencia enfermiza. Y ha declarado «secreto de Estado» el voto por correo. Ignoraba que un presidente de Correos tuviera la competencia de declarar «secretos de Estado». Y suena mal y huele peor. Apenas restan diez días para llegar al 23 de julio, y sólo un 20 por ciento de los votos por correo han sido tramitados, a pesar del excepcional esfuerzo de sus trabajadores. O incompetencia o irregularidad voluntaria de la presidencia para reducir y aliviar la segura derrota del patrocinador del patrocinado. No creo que el sistema empleado en España en la contabilidad de los votos sea inseguro. Pero si el voto por correo no llega a su tiempo a las urnas, el culpable no es el sistema de escrutinio, sino la incompetencia –el mal menor– del máximo responsable de Correos. Con esta gente que nos gobierna, cualquier fechoría nos puede causar alarma. Y esa declaración de «secreto de Estado» declarada por un señor que carece de competencias para ello, me produce un inevitable resquemor.
Los íntimos amigos de Sánchez inspiran la misma inseguridad que Sánchez, y me gustaría estar equivocado. Si lo estoy, ruego ser perdonado, pero las mentiras, «cambios de opinión», falacias, pactos, y demás cochambres realizadas por Sánchez y su Gobierno durante los últimos cuatro años, ayudan al recelo y a la sospecha.
Un presidente de Correos que acumula en cuatro años una deuda de mil millones de euros tendría que haber sido despedido a pesar de las amistades, y sin miramientos. Supera el más alto nivel de incompetencia de acuerdo a la «Teoría de Peters». Desde la Presidencia del Gobierno se le podía haber acoplado a un cargo de «arabesco colateral», es decir, con gran sueldo, con definición rimbombante y sin ninguna utilidad. Por ejemplo, «director general de Expectativas Europeas Alarmantes». Todavía está a tiempo Sánchez de enmendar su error o su mala intención. Deje Correos en manos de los carteros y sus funcionarios, y despida al incompetente antes de que arme la gorda. Que la puede armar, si no la ha armado ya.
Boletín Oficial del Estado. Nombramiento. «Real Decreto por el que se nombra a don Juan Manuel Serrano Director General de Expectativas Europeas Alarmantes con la potestad de declarar Secreto de Estado cualquier expectativa europea alarmante a su gusto y antojo».
Pero en Correos y con votos de por medio, no termino de confiar en su gestión.
A pesar de todo, estáis acabados.