Asesores y rosas
Los asesores han huido. No responden a las llamadas. Feijóo
–ahora sí puede imponerle al gordito de Murcia que deje de hacer el ganso– venció con holgura, y Rosa Villacastín acertó. No con Feijóo, pero sí con Sánchez
Me gustó Sánchez al principio. Se notó que, mientras Feijóo mantuvo por toda España todos sus compromisos previamente acordados, Sánchez se encerró durante cuatro días en la Moncloa con sus asesores para preparar el debate. Sánchez llegó a la televisión semipública o semiprivada con aires de vencedor, como un opositor férreamente adiestrado y con toda suerte de papeles por si los nervios le traicionaban. Pero no. Se mostró tranquilo, educado, sagaz y respetuoso con su oponente. El problema, y de ahí la confusión que experimentó y nos contagió a cuantos seguimos las incidencias del encuentro, inmoderado por Vallés y Ana Pastor, es que, en cuatro días de reclusión voluntaria rodeado de sus asesores, éstos no le explicaron que su oponente era Feijóo, y no Abascal, porque Sánchez se empecinó en hablar de Vox, y no del PP, como tendrían que haberle aclarado sus asesores de confianza. Y eso le llevó a un estado de irritación y nerviosismo que quebró sus argumentos, mientras Feijóo se limitó a formularle preguntas que Sánchez, despistado por el cambio a última hora de su oponente, no supo responder. «Los datos no son opiniones, son datos», le soltó Feijóo en un alarde de impertinencia.
Cuando se prepara un debate durante cuatro días, se tiene que saber contra quién se va a debatir. Y Sánchez, sin que ningún asesor le hiciera ver lo contrario, se había estado preparando y empollando su argumentación contra Abascal, que a última hora no pudo asistir, siendo sustituido por un tranquilo Feijóo que le respondió como candidato del PP y no de Vox, descentrando a Sánchez de manera abrumadora. El Falcon, Marruecos, el derroche, la Constitución, la ley de la Montero, su dependencia de EH Bildu-Eta y los separatistas catalanes, los datos falsos de la economía… Y Sánchez repetía: Vox, Vox, Vox. Cuando el simpático y moderado aspirante a renovar su permanencia en la Moncloa se apercibió de que no era Abascal su oponente, sino Feijóo, ya estaba a punto de cumplirse el tiempo del debate, que ganó con enorme facilidad y serenidad Feijóo por una razón concluyente. Los asesores de Feijóo le advirtieron que su rival en el debate sería Sánchez, en tanto que los asesores de Sánchez, en cuatro días, no aleccionaron al candidato socialista, quizá por un exceso de confianza, acerca de la personalidad de su oponente, que no era Abascal, sino Feijóo. Y Sánchez perdió los papeles. O se excedió en las dosis de tranquilizantes o excitantes.
Feijóo, para colmo de males, demostró que tiene sentido del humor.
«Ustedes no hacen otra cosa que sacar a pasear el Falcon»; «No, señor Sánchez. El que lo saca a pasear es usted». No hay derecho a usar el humor en un debate importante. Claro, que hay gustos para todos. La eximia y prestigiosa periodista exfraguista, exucedista, expodemita y ahora sanchista, Rosa Villacastín –¿para cuándo, Real Academia Española, para cuándo?–, escribió que el mentiroso fue Feijóo. Y coló en Twitter este peculiar mensaje. «Feijóo es un mentiroso convulsivo». Entiendo que le traicionaron los nervios semánticos y ortográficos, que no es la primera vez que le sucede a la aspirante a ocupar un sillón académico. Ella quiso decir «compulsivo» o lo que es igual, un mentiroso como Sánchez, vehemente apasionado y contumaz ante el impulso irresistible de la mentira. Y escribió «convulsivo», que tiene otras connotaciones. El convulsivo es todo aquel que actúa atacado y excitado por convulsiones, dicho sea de un vidente, un poseso, o un trastornado. En tal caso, mientras el mentiroso compulsivo no deja de mentir, el mentiroso convulsivo debe ser internado en un centro de salud mental para, mediante científica terapia, eliminarle las convulsiones. En el fondo, Rosa Villacastín, aun equivocándose, acertó plenamente. Es lo que tiene la sabiduría y la veterana experiencia.
Los asesores han huido. No responden a las llamadas. Feijóo –ahora sí puede imponerle al gordito de Murcia que deje de hacer el ganso– venció con holgura, y Rosa Villacastín acertó. No con Feijóo, pero sí con Sánchez.
También ganó Vox, tan mencionado en visible ausencia.
Para colmo de felicidad, Alcaraz venció a Berretinni.
Y los recién casados durmieron juntitos en el Ritz.