Retuit o no retuit
Apartar la vista puede ser lo más misericordioso cuando el que se burla de la sindéresis, de la sintaxis, de la lógica y de la hemeroteca no es el primer político de tu país
No hay día en que no aparezca un vídeo en las redes sociales de Pedro Sánchez diciendo ahora exactamente lo mismo que negaba hace quince días. Los vídeos siempre se montan igual: con las dos declaraciones seguidas. Todavía da más vergüenza cuando jura y perjura que jamás dijo lo que aparece ipso facto diciendo. No dijo que iba a interponer un muro entre españoles, no dijo que no pactaría con los nacionalistas, etc. Hay incluso un vídeo de cuando afirmó que lo mejor que le habían enseñado sus padres era el valor de la palabra dada.
No les descubro nada nuevo. Ustedes los verán como yo lo menos dos o tres veces al día. La cuestión que me atenaza es si contribuir a divulgarlos. Ya no aporta nada. En principio, soy partidario de apartar la vista ante el ridículo ajeno. «Lo que no debe ser es como si no es», reza un consejo de buenos modales.
Por otro lado, nunca he sentido el gusto morboso de recrearme en los vicios ajenos ni en el abajamiento de la dignidad del prójimo, incluso cuando es voluntario. Y todavía hay más: no me hace gracia el humor absurdo, el surrealismo me parece fácil y aburrido, y la falta de lógica no pasa de una patología, en lo que a mí respecta. Esto, como pueden ustedes imaginarse, me ha hecho insensible a buena parte del arte contemporáneo. No me esperaba que me hiciese también alérgico a la política española, pero aquí estamos.
Mi dilema, ser o no ser, es la cuestión de si retuitear o no los enésimos vídeos de Sánchez diciendo «Otegui» donde dijo «Oiga» o diciendo «Junts» donde dijo «Nunca» o diciendo «Podemos» cuando dijo «Insomnio» o diciendo «Amnistía» donde dijo «Estado de Derecho». Etc. Sé que no descubro nada nuevo a nadie. Sé que no es estético. Sé que corremos el riesgo de regodearnos en la ruindad, con lo feo que es eso.
Sin embargo, apartar la vista puede ser lo más misericordioso cuando el que se burla de la sindéresis, de la sintaxis, de la lógica y de la hemeroteca no es el primer político de tu país. Para apartar la vista de Sánchez, tendríamos que ser avestruces con sus cabezas bajo tierra. Está en el centro de nuestra escena y, si no nos gustan sus modos y sus maneras, habrá que desplazarlo. Mientras tanto, no nos queda otra que contemplarle como si la actualidad nos hubiese puesto esos artilugios de La naranja mecánica para tener los ojos dolorosamente abiertos.
El presidente, en realidad, nos hace un Humpty Dumpty. Recordemos la conversación entre Alicia y el huevo parlante: «Cuando yo uso una palabra –insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso– quiere decir lo que yo quiero que diga…, ni más ni menos». «La cuestión –insistió Alicia– es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes». «La cuestión –zanjó Humpty Dumpty– es saber quién es el que manda…, eso es todo». «Pues eso», remataría Humpty Sánchez, como cuando lo del Fiscal General que nombra su persona. Él ha redondeado lo del huevo, porque no sólo dice lo que significan las palabras, sino que las borra delante de nuestros ojos. Un ejercicio del poder más absoluto y arbitrario no cabe. Por eso nos conviene no mirar para otro lado, sino seguir la bolita de sus bolas o bulos en los vasos vertiginosos de sus verdades variables, aunque resulte irritante y repetitivo.
Sorteando la enfermiza fascinación por sus mentiras encadenadas, hay que retuitear, aunque sea cansino, sin cansarse. E incluso escribir un artículo.