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HorizonteRamón Pérez-Maura

La sumisión del Rey al Gobierno

Lo que dijo el Rey podría emplearse exactamente igual en una alocución del presidente del Gobierno. Y las posiciones del Rey y el presidente no pueden ser intercambiables sin necesidad de ningún matiz

Actualizada 01:30

Es muy triste ver el uso de la Corona que está haciendo el Gobierno de Pedro Sánchez. El miércoles tuvimos un nuevo ejemplo con la recepción al Cuerpo Diplomático acreditado en España. Todos sabemos que el discurso del Rey debe ser visado por el Gobierno. Hasta ahí, de acuerdo. Pero lo de este discurso recuerda a aquel que dieron a pronunciar en Brasil a Don Juan Carlos en la década de 1980 en el que le colocaron casi íntegro un artículo firmado por Felipe González y aparecido en Le Monde Diplomatique. No me consta que las palabras del Rey en el Palacio Real hayan sido firmadas antes por Sánchez o Napoleonchu en ningún sitio. Lo que sí sé es que lo que dijo el Rey podría emplearse exactamente igual en una alocución del presidente del Gobierno. Y las posiciones del Rey y el presidente no pueden ser intercambiables sin necesidad de ningún matiz.

El discurso del Monarca fijando posiciones sobre Rusia, su apoyo a la desfasada y partidista posición española en la guerra de Gaza y su reivindicación de los supuestos éxitos de la Presidencia española del Consejo de la UE es un alegato propagandístico del Gobierno. Tanto que quieren marginar al Rey, cuando lo pueden aprovechar en beneficio propio, le sacan hasta la última gota. Todo lo que dijo el Rey en primera persona, lo podría haber enunciado de la misma manera que se hace en otras Monarquías constitucionales: atribuyendo cada acto y cada toma de posición directamente al Gobierno. Como lo enunciaría el Rey Carlos III del Reino Unido: «Mi Gobierno condena…». Y si lo de «mi» les parece excesivo, déjenlo en «el» Gobierno condena...

Añadamos a ello que el discurso fue especialmente malo y superficial «Hemos intensificado las relaciones con India y Japón…» Así no se aprueba la oposición de diplomático. Si el que le puso en la mano el discurso al Rey para que lo leyera lo hubiera tenido que firmar, seguro que se hubiera esmerado más.

Y cuestión no menor es la del protocolo, que en la recepción al Cuerpo Diplomático no parece un asunto ancilar. El Rey recibe a los embajadores que son los representantes personales de todos los jefes de Estado con los que España tiene relaciones diplomáticas. Don Felipe empezó su discurso saludando primero al presidente del Gobierno español, a las autoridades españolas y sólo después a los embajadores que son los protagonistas de la cita. Sánchez siempre es el más importante allá donde está. Y, por cierto, al dirigirse al Nuncio de Su Santidad, que es el decano del Cuerpo Diplomático se refirió a él como «Nuncio». Ni siquiera como «Señor Nuncio», pero ya se sabe que Napoleonchu quiere terminar con esas minucias diplomáticas que considera desfasadas.

Otro detalle protocolario que ha llegado con este Gobierno es el de asistir sentados a este acto y sus discursos. El procedimiento era que tanto los Reyes como el Cuerpo Diplomático, hasta 2022, permanecían en pie durante todo el acto. Ni siquiera tras alguna de las operaciones de Don Juan Carlos se optó por sentarse. Pero ahora ya, todos sentados. Esto crea una imagen especialmente penosa. El salón en el que tiene lugar esta recepción es el Salón del Trono, donde están los tronos de los Reyes. Pero Don Juan Carlos creía que era mejor no sentarse en ellos y por eso se hacía de pie. Al decidir ahora sentarse han optado por poner unas sillitas a los pies de los tronos para que los Reyes se sienten en igualdad de condiciones con sus invitados. Qué imagen tan evidente de una decadencia buscada.

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