Los niños que no se lloran
En Hamás se han servido de los niños y la población civil para crear un escudo contra los ataques de Israel
La desproporción de la fuerza militar de Rusia y Ucrania es escandalosa. Un día Rusia invadió Ucrania, y su ejército se enfrentó a una resistencia numantina. Pero Putin es intocable para la izquierda basura española. Los niños ucranianos masacrados, bombardeados, mutilados, heridos y desaparecidos no conmueven a los histéricos podemitas. Y al escribir podemita, incluyo a todos, los de Podemos, los de Sumar, los comunes y los supervivientes de Izquierda Unida. Esos gritos, esas acusaciones, esas exigencias de romper nuestros vínculos históricos con una nación que convirtió el desierto en un vergel, no se manifiestan cuando los misiles de Putin matan a civiles en Ucrania. Y si los civiles muertos son niños, son los niños que no se lloran, porque en las izquierdas basura de España, sólo se lloran los niños de Hamás. Y me parece bien, porque yo también los lloro, con un detalle que establece nuestras diferencias. Llorar a todas las víctimas de dos guerras, de dos bandos invasores, de otros dos bandos invadidos, es lo justo y humano. Llorar sólo a unos niños y olvidarse de los cuerpos de otros niños sin vida entre el barro y los escombros de Járkov, me distancia de la gentuza.
El soporte económico antisemita es inmenso. En todo el mundo, universidades, sindicatos, asociaciones y toda suerte de grupos dependientes del fanatismo, convocan manifestaciones en contra de Israel.
Lo de Ucrania molesta y se olvida. La financiación iraní al terrorismo de Hamás no tiene límites. Ucrania se ve obligada a implorar ayuda, una ayuda que, en gran parte, necesita de la burocracia norteamericana y europea. Empiezan a aparecer los restos mortales de los rehenes y las mujeres violadas y asesinadas en plena borrachera de odio y sangre. La ONU, esa gran reunión de golfos y vividores que no sirven para nada, acaba de reconocer que las cifras de muertos civiles caídos por ataques de Israel son rotundamente falsas. No obstante, los plañideros sin sentimientos no han reconocido la trampa. Claro que han muertos niños palestinos, y mujeres palestinas y ancianos palestinos, del mismo modo que han regado con su sangre los suelos de su Patria niños ucranianos, y mujeres ucranianas y ancianos ucranianos. Pero unos se lloran y otros se olvidan. En el fondo, la brutalidad de la guerra provocada por el terrorismo de Hamás, adquiere una dimensión más terrible que la invasión de Rusia a Ucrania. Rusia y Ucrania están en el mismo siglo. Israel y Hamás, separados por diez siglos. La Edad Media contra el Siglo XXI. Y el comunismo español se ha situado a favor de la Edad Media.
En Hamás se han servido de los niños y la población civil para crear un escudo contra los ataques de Israel. En Járkov, los niños y los civiles mueren porque Europa y las naciones llamadas libres, respetan más la diplomacia que la razón, su economía que la razón, sus contratos que la razón. Pero ello no justifica el silencio ante los niños muertos que nadie llora.
Detrás de ellos, no hay ideología, ni resentimiento ni odio.
Pero son tan niños como los caídos en Palestina.