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08 de septiembre de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

La ola de los tontos

Un noble español se hallaba en una «cabanne» de la piscina del Hotel du Palais, antigua residencia estival de Eugenia de Montijo. Hacía manitas con «mademoiselle» de Polignac Etcheberri, una deliciosa fruta temprana y generosa

Actualizada 09:34

El público de tenis de París es tonto. Hace la ola. Lo de la ola supera cualquier majadería social. Supera incluso, a bailar haciendo el trenecito. Don Francisco Silvela dejó de tratar a un amigo cuando supo que en una fiesta, hizo de máquina del trenecito bailando la polca «El Ferrocarril».

Creo que hacer la ola es una ocurrencia mejicana. En unos Juegos Olímpicos. El público que llenaba el Estadio Azteca hizo la ola y el periodismo patrio lo consideró muy divertido. Sitúense en un lugar de veraneo tenido por elegante, por ejemplo Biarritz, que es un rollo.

Ilustración

Barca

Un noble español se hallaba en una «cabanne» de la piscina del Hotel du Palais, antigua residencia estival de Eugenia de Montijo. Hacía manitas con «mademoiselle» de Polignac Etcheberri, una deliciosa fruta temprana y generosa. El noble español, madrileño veraneante en Biarritz, hacía manitas y se daba besuquines con la fruta temprana y generosa. Lo malo es empezar. Se inicia la sesión con manitas y besuquines y se termina en empresas mayores. Para eso está la «cabanne», para guarecerse de las miradas del resto de los asiduos a la piscina del Hotel du Palais, que se aburren como monos. Como dijo Francis Hoomer, se aburrían como el que va a una boda y se pasa la noche bailando con su madre.

La cosa se ponía golosa, cuando el noble español, honrando su hidalguía, y para no comprometer el prestigio de la señorita Polignac Etcheberri, dedujo que lo más práctico era seguir con las carantoñas en el interior de la «cabanne». No obstante, los susurros y controlados sonidos provenientes del interior indicaban que allí se estaba desarrollando una escena de altísima temperatura. Al fin, cesaron los ruiditos, y la señorita Polignac Etcheberri apareció de nuevo, tomó carrerilla y se zambulló en la piscina. Con estupor, el noble español, advirtió que todos los clientes de la piscina del hotel, vibrando de emoción, hicieron la ola. Pagó la factura y retornó a España, profundamente avergonzado.

En casos como el que narro, sólo se puede admitir la tontería de la ola si se producen tres situaciones inesperadas. La situación A, la situación B y la situación C.

Situación A. La señorita Polignac Etcheberri resbala con antelación a proceder al impulso que culmina en chapuzón, y protagoniza un trompazo. En tal caso, la ola es aceptable.

Situación B. La señorita Polignac Etcheberri se impulsa, protagoniza en el aire un escorzo muelle, y se introduce en el agua en la zona con menor fondo. Lo que se dice, «tirarse de cabeza por donde se hace pie». Golpe desagradable, pero a todas luces merecido. En tal caso, la ola es también aceptable.

Situación C. La señorita Polignac Etcheberri protagoniza el escorzo muelle y durante su breve trayecto por el aire, con anterioridad a su contacto con el agua, el noble español surge como un relámpago con un rifle entre las manos, y abate a su joven amante de un magistral disparo en el codillo. En tal caso, la ola es inevitable.

Pero a sabiendas de su efímera admisión, el que hace la ola y se divierte en tan humillante trance es tonto. Y el público parisino de Rolland Garros hace la ola.

Por discreción, creo llegado el momento de rubricar el texto.

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