Un gran descubrimiento
Al-Sisi dio un gran impulso a este museo que es hoy el más grande del mundo. Un proyecto de Estado con el que este país reivindica su historia. Sea el Gobierno que sea el museo ha sido un objetivo común. Un edificio de unas dimensiones descomunales alberga una colección de arte faraónico como no puede tener nadie
Les debo confesar que he pasado toda esta semana en Egipto. Éste es un país que marcó el arranque de mi carrera profesional porque hace 34 años, con sólo 24 de edad, me pasé aquí nueve meses como corresponsal de ABC, desde la invasión de Kuwait por Irak el 2 de agosto de 1990 hasta un poco después de la liberación del Emirato por Estados Unidos y sus aliados, entre los que estaba España, aunque sólo fuera en un papel secundario.
No había vuelto a este país desde que me fui en abril de 1991 y ahora lo hago exclusivamente como turista, pero el periodista siempre observa lo que tiene delante con un criterio inquisitivo. Me dijeron que encontraría un país diferente y francamente, no me lo ha parecido tanto. En las cosas mundanas no hay variaciones. El tráfico es de un riesgo suicida, la basura en las calles es vomitiva —¡qué diferencia con el Rabat esplendoroso en el que estuve el mes pasado!— y la porquería que desciende lentamente por el cauce del Nilo impresiona a quien lo ve por primera vez como es el caso de mis hijos y yerno que nos acompañan a mi mujer y a mí.
Me alegro especialmente de que mis hijos, en una actividad turística, tengan una experiencia política que yo creo relevante. En Luxor, de madrugada, los cuatro se van a dar un paseo en globo y comparten canasta con cuatro personas que les dicen que «vienen de Boston». Al cabo de un rato, una de los bostonianos pregunta a mi hijo Borja de dónde son ellos y cuando mi hijo le dice que son españoles, la compañera de globo se desborda y confiesa que son de origen palestino, que qué grande es España, cómo nos agradecen lo que hemos hecho con el «Estado» palestino, que somos sus mejores amigos en el mundo mundial. Mi hijo prefiere no decirle lo que de verdad piensa de lo ocurrido en Gaza para no tener un incidente volando en globo, literalmente. Pero cuando le explican que los cuatro palestinos son en realidad tres palestinos y un marroquí, se sorprende por un hecho notable. Los cuatro hablan entre ellos, pero solo el marroquí se dirige al piloto del globo, egipcio, claro, en árabe. Los cuatro «bostonianos» palestinos prefiere que el piloto no identifique su origen. Su árabe es muy diferente del que habla el marroquí y muy fácilmente identificable para un egipcio.
Esto es una muestra más de la política egipcia de los últimos años que nadie resalta. Mucho hablar del «bloqueo» israelí a Gaza, pero nadie recuerda lo que otros países árabes piensan de la causa palestina. Ni siquiera cuando uno de esos países es fronterizo con Gaza.
En otro ámbito, en este viaje he hecho un descubrimiento verdaderamente fascinante, para mí de enorme relevancia política: el Gran Museo Egipcio que no se ha inaugurado todavía, pero que demuestra que este es un país serio. No como otros. Este proyecto del Gran Museo Egipcio se puso en marcha en 2002 bajo la dictadura de Hosni Mubarak. A la caída de Mubarak en febrero de 2011, durante la «Primavera Árabe», fue continuado por el mariscal Hussein Tantawi que presidió el país hasta la victoria electoral, al año siguiente, del islamista Mohamed Morsi, que no interrumpió esta magna reivindicación de la historia de su país. Un año después Morsi fue derrocado y asumió la Presidencia Adli Mansur interinamente, designado por el golpista que derrocó a Morsi: el ministro de Defensa Abdelfatah al-Sisi que el 8 de junio de 2014 se convirtió en presidente de Egipto hasta hoy.
Al-Sisi dio un gran impulso a este museo que es hoy el más grande del mundo. Un proyecto de Estado con el que este país reivindica su historia. Sea el Gobierno que sea el museo ha sido un objetivo común. Un edificio de unas dimensiones descomunales alberga una colección de arte faraónico como no puede tener nadie. Hasta ahí no es sorprendente, aunque en Francia hay 17 obeliscos, por poner un solo ejemplo. Pero los egipcios, hartos de escuchar que no se les devolvía nada porque en su país no tenían un museo donde pudieran esas piezas tener mejor acogida, se embarcaron en este proyecto. Si las piezas son deslumbrantes, el edificio te ciega por sus dimensiones e idoneidad para acoger el proyecto. Solo en sus proporciones interiores a mí me ha parecido mayor que la T-4 de Barajas. Y aunque ya se puede visitar buena parte del mismo, todavía faltan varias salas y, por tanto, no ha sido inaugurado. No tengo una cifra fiable de lo que puede haber costado esto. Pero no es contestado. Une al país.
Descubriendo el Gran Museo Egipcio pensaba en nuestra España, en Urtasun queriendo distorsionar nuestra historia en América, la vergüenza de lo que hemos sido, según él. En Egipto tenemos una buena lección de cómo hay que hacer estas cosas. Deberíamos aprender.