Fundado en 1910
Perro come perroAntonio R. Naranjo

El rey del cachopo

El mismo que insulta a media España por dudar de la inmigración masiva le deja a un partido xenófobo que la gestione y tenga aduanas propias

Actualizada 01:30

Si el rey del Cachopo hubiera llegado a presidente, y eso no sería necesariamente peor que ahora, le hubiese sido sencillo actuar como a Pedro Sánchez: siempre niega los abusos, despieza los estragos, esconde los crímenes y actúa con una falta de escrúpulos solo superada por un narcisismo enfermizo.

A alguno le molestará la comparación, que es un simple juego, pero las coincidencias son tan evidentes como las distancias delictivas: Sánchez no ha matado a nadie, antes de que alguien se me enfade, pero en términos políticos es un asesino en serie, más parecido al Javier Bardem de «No es país para viejos» que al idiota de los filetes empanados con ínfulas.

Porque actúa al servicio de un superior, como un mercenario, que en este caso es un prófugo de la Justicia procedente del mismo partido al que Sánchez comparaba con el Frente Nacional de Le Pen: quienes dicen que el líder del PSOE no sería capaz de pactar con el mismísimo Ku Klux Klan o las SS, tras llamar fascista a tipos tan templados como Feijóo o Rajoy, convendrán en que tienen algo más difícil sostener la teoría ahora que el señorito regala la gestión migratoria a unos señores que ya son racistas con los españoles y ahora van a poder serlo con moros, morenos y panchitos, que es como llaman en la intimidad a esa chusma, solo empeorada por los malditos charnegos.

Si ceder el Ministerio de Expulsiones a Puigdemont describe a Sánchez, el mismo que cualquier día suma al aplauso de Hamás el de las mafias yihadistas que están llenando España de magrebíes y subsaharianos, renunciar a las fronteras propias le convierte en un traidor capaz de poner el «Acuerdo de Bruselas», un apaño clandestino con Junts en+ Bélgica, por delante de la Constitución.

España estaba preparada para frenar el «procés» de Puigdemont y Junqueras, como el terrorismo de ETA y de Otegi, con sus tribunales y sus Cuerpos de Seguridad, bendecidos incluso por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, aunque no hacía falta: todo el mundo sabe que, cuando se colocan bombas o se dan golpes de Estado, un país serio pone en su sitio a la insurgencia.

Para lo que no estaba tan preparada es para un nuevo «procés» liderado por quien debía frenar cualquier nueva intentona y, sin embargo, las acepta y encabeza todas para no perder el trono.

Primero indultó a los delincuentes, después legalizó sus delitos y ahora convierte en derechos sus objetivos, empezando por la creación de unas aduanas policiales, legales y morales en Cataluña y siguiendo por una justicia y una agencia tributaria propias que ya casi no hacen necesario un referéndum de independencia: la están logrando sin pegar una voz, sin convocar una votación amañada y sin convocar a las masas a las calles.

Les llega con convocar en Waterloo al rey del Cachopo, que ya se encarga él de desmembrar España y esconder los trozos para seguir cinco minutos más presumiendo de chef, el muy zángano.

comentarios
tracking