¡Otegi se ha puesto corbata!
Una vestimenta formal, en definitiva, debería ser como las mascarillas quirúrgicas: te la pones no por ti, sino por deferencia con el que tienes delante. Así te vistes, así le consideras
Una de las modas que trajo la nueva política, junto con la de presumir de no tener nada en el banco, fue la de vestir de manera informal en las Cortes y en actos públicos. Combinar traje con zapatillas, camiseta con americana… En definitiva, prolongar la adolescencia más allá de los 40. El pionero fue Miguel Sebastián, el ministro de Zapatero que contribuyó a amasar la tesis trucha de Pedro Sánchez, que renunció a la corbata en los meses de calor alegando que con ello se ahorraba energía, pues al sentirte más ‘fresco’ no recurres tanto al aire acondicionado.
Viene esta digresión a cuento de que Arnaldo Otegi, el etarra reconvertido en casero del presidente, se ha puesto traje y corbata para recibir (en la sede de Bildu, tampoco te creas) a Yao Jing, el embajador de China en España. Quienes le siguen la pista recuerdan que no lo hizo ni para verse con su admirado Gerry Adams, del Sinn Féin.
En abril de 2023, mientras se debatía la moción de censura de Vox que encabezó Ramón Tamames, una diputada adscrita a una marea-confluencia de esas que se comió Sumar defendió su derecho a ir al Congreso en camiseta. Luego es verdad que a estos les invitas a los Goya y les falta tiempo para vestirse como en las bodas, pero eso le dijo a la gente de Vox, orgullosa siempre de llevar corbata. El caso es que esta parlamentaria alegaba que el saber estar y la dignidad no los marca la vestimenta. Y no le falta razón, pues en Bildu, mucho antes que Otegi, hay un tal Jon Iñarritu que suele ir al Congreso en traje. En efecto, la dignidad no la da la etiqueta. Es algo mucho más hondo.
Los que somos defensores de la libertad no nos perdemos en estas batallitas identitarias, pensadas para acentuar lo que nos diferencia y apuntalar de paso el escaño. Sin embargo, aunque la vestimenta no define tu capacidad ni tu valía intelectual, sí revela cómo de en serio te tomas a quienes tienes delante. Por eso Otegi no se viste igual para recibir al embajador chino que para despachar los asuntos de su partido, refugio de criminales sanguinarios. Esa es la verdad. No tardas lo mismo en vestirte para ir al mercado que cuando quedas para cenar. Una vestimenta formal, en definitiva, debería ser como las mascarillas quirúrgicas: te la pones no por ti, sino por deferencia con el que tienes delante. Así te vistes, así le consideras. Y qué duda cabe de que a Arnaldo Otegi le inspira mucho más respeto la dictadura china que cualquiera de nosotros.