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HorizonteRamón Pérez-Maura

Yo estuve allí

Lo más importante para Español –vaya apellido para esa manifestación– era saludar a las cámaras de los gráficos haciendo la V de la victoria con los dedos índice y corazón de su mano derecha. Claramente había conseguido su objetivo: crear un problema a la Policía Nacional. ¿Qué otra victoria, si no, reivindicaba él?

Actualizada 01:30

Esta semana hemos tenido noticia de algo que es una muestra más del sistema fallido en que vivimos. La Audiencia de Barcelona sentará a cuatro agentes de la Policía Nacional en el banquillo de los acusados por su actuación durante el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017. La causa es que un manifestante, Roger Español, perdió un ojo como consecuencia del impacto de una bala de goma.

Yo estuve allí ese día. Me quedé en un hotel en el Paseo de Gracia y a las 8,15 de la mañana me fui dando un paseo hasta la Sagrada Familia para asistir a Misa de 9,00. Ese caminar me permitió ver una Barcelona que se despertaba absolutamente tranquila. Me iba preguntando si en el gran templo inacabado, la Misa sería en catalán o en español. Ni uno, ni otro. Fue en latín lo que dada la cantidad de fieles de distintas nacionalidades que había, me pareció que tenía cierta lógica. Al terminar la Misa me acerqué al colegio o instituto –no estoy seguro– Ramon Llull que estaba muy próximo y donde se habían instalado urnas. La Policía Nacional ya estaba desalojando el lugar sin actos de fuerza de especial relevancia. Seguí después caminando por la calle Sardenya y ahí sí, me encontré un enfrentamiento bastante violento entre la Policía y manifestantes que arrojaban de todo a los agentes que se tenían que proteger con escudos.

Hubo disparos al aire y finalmente, una pelota de goma alcanzó a Ramón Español en un ojo. Yo lo vi caído en el suelo, a cuatro o cinco metros de mí, mientras lo atendían otros manifestantes a la espera de la llegada de los asistentes sanitarios. Cuando finalmente llegó la ambulancia y lo tumbaron en una camilla, lo más importante para Español -vaya apellido para esa manifestación- era saludar a las cámaras de los gráficos haciendo la V de la victoria con los dedos índice y corazón de su mano derecha. Claramente había conseguido su objetivo: crear un problema a la Policía Nacional. ¿Qué otra victoria, si no, reivindicaba él? Hay gente que no da para más.

Ahora nos encontramos con que esos policías nacionales que fueron atacados por los manifestantes son procesados porque la defensa de la soberanía española parece que es la única parte del proceso soberanista que no puede ampararse por la ley de amnistía. ¿No tiene el ministro Grande-Marlaska –del que creo que sigue siendo el titular de Interior aunque no lo parezca– nada que decir al respecto? En Barcelona hubo un golpe de Estado en el que se empleó violencia. Y como es su obligación, las Fuerzas de Seguridad del Estado actuaron proporcionalmente a lo que tenían enfrente. Algunos agentes han quedado incapacitados de por vida. Esos no tienen ninguna importancia. Lo único relevante es el ojo que perdió alguien que atacaba a la Policía. Está claro, con la lógica que se nos impone, que lo que tenían que haber hecho los agentes era dejar que les partieran la cara. Y probablemente el actual Gobierno, por sugerencia de Junts, hubiera condecorado al agresor que lo hiciera. Con un par y la bandera de Tafalla.

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