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Editorial

Desastre ferroviario

El lenguaraz y agresivo ministro Puente debe comparecer con urgencia para explicar qué pasa con los trenes en España

Actualizada 17:20

Los ferrocarriles españoles siempre fueron objeto de reconocimiento público como uno de los mejores servicios del país, en todas sus modalidades. Y la sólida expansión del AVE, con una de las mejores redes del mundo a pesar de lagunas tan evidentes como los corredores estratégicos o la conexión con Lisboa, contribuyeron a reforzar una fama merecida.

Pero todo eso ha cambiado en los últimos años, con una larga serie de errores, averías, chapuzas y desperfectos que han puesto en entredicho, por media España, la imagen que habían logrado.

Los incidentes en los Cercanías de la Comunidad de Madrid, con tres descarrilamientos insuficientemente explicados y 700 incidencias registradas, son el clímax de un deterioro inaceptable que se extiende por todo el país. Y los AVE, otrora ejemplo de eficacia, acumulan retrasos inexplicables y casi ya endémicos en algunas de sus líneas troncales.

Ante todo eso, los sucesivos responsables de Renfe y de Adif no han estado a la altura de las circunstancias, como tampoco lo está ahora el nuevo ministro de Transportes, Óscar Puente, que se comporta como el vulgar portavoz del PSOE que siempre fue en lugar de como el titular de una cartera relevante.

Bloquear en las redes sociales al alcalde de Madrid y a algunos de sus concejales o apoyarse en Félix Bolaños para cargarle las culpas a Ayuso, sin competencias directas en la materia, añade al quebranto para cientos de miles de usuarios del transporte público un desprecio intolerable por sus derechos y un miserable incumplimiento de las funciones propias.

No basta con emitir, tarde, mal y a través de una red social; un informe sobre una parte de los problemas sufridos en Madrid: no aclara nada, prescinde del análisis global de la situación ferroviaria, desplaza a un marco inadecuado la rendición de cuentas necesaria en una democracia parlamentaria y se ahorra todo tipo de propuesta o solución al cúmulo de quebrantos.

Puente fue nombrado para, desde el atril de un Ministerio, respaldar a Sánchez en una tarea de demonización de la crítica al Gobierno, sin otro mérito que su probada disposición al juego sucio, el ruido y las malas formas. Pero es, pese a eso, el responsable de que millones de personas puedan desplazarse de manera segura y razonable por una red ferroviaria que un día no muy lejano fue motivo de orgullo y hoy lo es de preocupación.

Solo un necio verá en las quejas masivas una conspiración política. Y aunque a necedad pocos ganan a Puente, es de esperar que el peso y la gravedad de la situación le hagan reaccionar con la altura que, hasta el momento, no ha tenido.

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