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10 de septiembre de 2024

En primera líneaRafael Puyol

El sueño americano

Estados Unidos es la nación de la libertad, de la democracia, de los derechos civiles. Todo esto conforma el 'american dream' que promovió la llegada de millones de emigrantes convirtiendo a la nación en el prototipo por excelencia de un territorio de acogida

Actualizada 01:30

El dramaturgo judío ruso Israel Zangwill definió a los EEUUeen su obra teatral The Melting Pot como el crisol de Dios. Un país es posible, en el que se puede comenzar de ascensorista en un banco y llegar a ser presidente de la entidad; o vocear periódicos en la calle y convertirse en magnate de las telecomunicaciones. Es el país de las oportunidades para casi todos, independientemente de sus características personales o sociales. Es el destino ansiado por todo aquel que quiere prosperar. Es la nación de la libertad, de la democracia, de los derechos civiles. Todo esto conforma el american dream que promovió la llegada de millones de emigrantes convirtiendo a la nación en el prototipo por excelencia de un territorio de acogida.

Trump

Lu Tolstova

En 2022 había 46 millones de «nacidos fuera» viviendo en los EEUU, casi un 14 % de la población total del país. De ellos la mitad son de América latina, especialmente de México, un 31 % de Asia, un 10 % de Europa y un 6 % de África.

Alrededor de 36,5 millones se han naturalizado como ciudadanos de los EEUU. De los residentes no ciudadanos aproximadamente la mitad (12,9 millones) son permanentes y legales ( titulares de una tarjeta verde). No es posible saber con exactitud el volumen de inmigrantes ilegales, pero se estima que en 2022 los «no autorizados» eran entre 10,3 y 11,4 millones de los cuales aproximadamente la mitad pasaron a la ilegalidad al expirar la vigencia de su visa.

En la actualidad entran legalmente en el país algo más de un millón de personas que se distribuyen en tres categorías principales: familiares de ciudadanos o residentes americanos (58 %), trabajadores (27%) y refugiados y asilados (8 %).

Pese a la discusión, a veces agria, sobre la política migratoria, los estadounidenses siguen manifestando una actitud favorable hacia la inmigración. Según una encuesta del Centro de Investigación Pew (2016) el 60 % de los ciudadanos se mostraba de acuerdo con la afirmación de que los inmigrantes «fortalecen nuestro país gracias a su esfuerzo y su talento», mientras que únicamente el 35 % los consideraba «una carga porque nos quitan el empleo, la vivienda y la asistencia médica». En esas opiniones hay una clara línea divisoria política y generacional. Mientras 8 de cada 10 demócratas son favorables a la inmigración, solo una tercera parte de los republicanos lo hacen. Y mientras 3/4 partes de los «millenials» se muestran partidarios, solo opinan igual la mitad de los «boomers. A lo largo de la historia americana siempre ha discurrido una actitud de intolerancia racista, nativista y populista. Sus argumentos siempre han sido los mismos. Los inmigrantes no son como los viejos pobladores británicos o sus descendientes; no practican la religión protestante, ni respetan los valores fundacionales de Norteamérica; quitan puestos de trabajo a los autóctonos, tensionan los servicios públicos y no se integran nunca. En la actualidad, muchos estadounidenses sea de forma indirecta, mediante publicaciones anónimas en internet, o directa, mediante su participación política, se quejan de que EEUU está perdiendo su identidad como nación blanca y cristiana por lo que dieron su voto a Trump en las elecciones de 2016 y apoyan su intención de construir un muro en la frontera con México. El blanco prioritario del rechazo son los inmigrantes latinoamericanos, no solo los mejicanos, sino los procedentes de otros países de América central y del sur. El adalid intelectual de la oposición a esa inmigración fue Samuel Huntington quien alentó el temor de una 'latinoamericanización' de la sociedad estadounidense similar a lo que él definía como una islamización de la cultura europea.

No obstante, la historia enseña que las fuerzas que se oponen a la inmigración rara vez se mantienen durante largo tiempo. Y es que EEUU necesita a esas personas por razones demográficas y laborales, y continúa siendo el sueño vivo para más de un millón de inmigrantes legales y es posible que para otros tantos ilegales que llegan cada año.

Barak Obama ejemplifica el prototipo de mandatario que ha proclamado el deseo de «mantener vivo el sueño americano». Donald Trump el presidente que intenta convertir ese sueño en una pesadilla para miles de personas que pretenden cruzar la frontera. La política americana de inmigración es más o menos permisiva en función de quien esté en el poder y, por supuesto, de cómo sea la coyuntura económica, pero a los periodos de mayores restricciones suelen suceder etapas más benignas con mayores entradas e incluso con la legalización de los no autorizados.

Una demografía mejor y una apuesta más decidida por la inmigración constituyen claras ventajas competitivas de los EEUU frente a sus grandes rivales, en especial China y Rusia. Es posible que la caída generalizada de la natalidad y la pérdida de población joven en todo el mundo ralenticen las migraciones del futuro y susciten una dura competencia por la atracción de inmigrantes, sobre todo los de mayor capacitación. En una teórica situación de esta naturaleza siempre se impondrá la veteranía y las ventajas que ofrece Estados Unidos. El sueño americano no parece que vaya a acabar.

  • Rafael Puyol es presidente de la Real Sociedad Geográfica
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