La mentira como forma de vida
Seamos valientes y no demos más pábulo al engaño. Proscribamos a estas personas de nuestras vidas y seremos más auténticos
La verdad os hará libres. Una gran verdad que rezaba en el frontispicio de mi colegio del Pilar de la calle Castelló. Durante muchos años, día tras día, entraba y salía leyendo esta frase que siempre me impresionó. La verdad te mantiene en la libertad y la mentira y los mentirosos están presos, en una cárcel que les ahoga.
Tenemos buenos ejemplos en nuestra sociedad que no es necesario explicitar, pues todos lo saben, pero miran a otro lado, cierran los ojos ante el escenario y no quieren saber dónde se encuentra la evidencia. Es más sencillo convivir con la mentira que oyen que con la incertidumbre de la posible verdad. Constantemente mienten y mienten para mantenerse en el poder. Tratan de apoderarse del deseo de una sociedad que siente la necesidad de querer creer en lo que oye. Es un mecanismo defensivo ante la gravedad de la realidad.
Esta ingenuidad sin crítica por parte del oyente es perjudicial y se está viendo continuamente. La sociedad tiende a creer lo que se le dice, pues es más fácil y a la larga piensa que es mejor. Sin embargo, una mentira dicha muchas veces, muchas mentiras dichas durante mucho tiempo, socava la sociedad y sus valores. Al final, ya nadie distingue dónde está el engaño y dónde la autenticidad. Es una amalgama de todo.
Estamos ante una línea divisoria que no se debía traspasar nunca. Al hacerlo, perdemos el norte, no sabemos donde se encuentra la legitimidad de las decisiones que se toman en aras de esta mentira repetida continuamente. Se pierde la derrota, el camino de una sociedad que, si no se le pone coto, acabará enferma. Pues la mentira adolece de salud moral. Es como el cáncer con sus metástasis. Infiltra todo y carcome los basamentos morales.
Se trata de mentir por mentir. El mentiroso no distingue dónde está la verdad y dónde la mentira. Al final en su cabeza revolotean ideas malignas que solo se exponen con el propósito de mantenerse a flote a costa de lo que sea y termina en una maraña de falsedades para justificar su actuación. Todo lo deja al albur de la ingenuidad de la gente, a la necesidad de creer para olvidar. Cambiar la historia, trastocar la legitimidad, es un arte que solo a los más malignos le son reservados. Las personas que así actúan deben ser proscritas de nuestra vecindad. Es una nebulosa que cabalga a lomos de un destino fatal. Desterrarlas es la única solución, pues cambiar no lo van a hacer. Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra?
Nada para los mendaces que hacen de la falacia su modo de vida. Embaucar es su objetivo, enmarañar la realidad su meta y adulterar la verdad su deseo, para que, de esta manera, puedan sobrevivir animados por los embates de su prepotencia y furor. Al final nos encontramos con un enredo, un embrollo conceptual en que nadie distingue nada y en que todos lo confunden. No existen líneas fronterizas. El relativismo campa por sus respetos, el desconcierto nos abruma y el nihilismo se apodera de las personas ingenuas que se echan en manos del mentiroso, del mendaz, del embustero que sale con éxito a la corta, pero que a la larga será su tumba. Ya nunca podrá volver por sus fueros, pues su personalidad está tildada de ignominia. Su carisma cae, su imagen se destrona, su personalidad vacua se desmorona. La mentira no tiene otro final. Seamos valientes y no demos más pábulo al engaño. Proscribamos a estas personas de nuestras vidas y seremos más auténticos.
- Antonio Bascones es presidente de la Real Academia de Doctores de España