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TribunaGonzalo Ortiz

Vietnam, 100 millones

Para 2050, Vietnam puede ser uno de los grandes países de Asia y del Pacífico occidental

Actualizada 11:11

Cuando en 1994 visité por primer vez Vietnam, el aeropuerto de Hanoi Noibai estaba en construcción, y era largo y penoso acceder a la capital por una carretera estrecha, atestada de yuntas de bueyes. Era también difícil conseguir el visado para visitar el antiguo escenario de la interminable guerra de los 70. Para entonces ya había comenzado la nueva política «moi doi» que quería abrir el país a la inversión extranjera y relanzar la economía privada, como base de la recuperación tras unos años de estancamiento. Todavía en 1994 había en Hanoi muy pocos hoteles y muy pocos restaurantes de calidad, y resultaba exótico visitar en los alrededores de Saigón el laberinto de subterráneos Cuchi donde se refugiaban los soldados del Vietcong tras los ataques nocturnos a las fuerzas armadas norteamericanas.

Y todo fue cambiando a gran velocidad. El primer ministro Lee Kuan Yew visitó Hanoi en 1995 y aunque rechazó el ofrecimiento de ser consejero económico del Gobierno (oferta formulada por el secretario general del partido comunista Vo Van Kiet) Singapur estableció un parque industrial, y la inversión extranjera comenzó a afluir a este país por todos lados, y hoy en día tiene una base industrial importante. Porque los vietnamitas son gente trabajadora y organizada, no en vano fueron capaces de resistir y vencer a franceses, japoneses, norteamericanos o chinos sucesivamente.

En marzo de 2006 se produjo la visita a Vietnam de los Reyes de España. En 1999 con un Gobierno Aznar se había abierto la embajada en Hanoi, y era considerado como prioritario para la cooperación española. Muchas ONGs españolas se movían en el país, y nuestra imagen como país europeo y desarrollado era óptima. La recepción a los Reyes fue muy cordial y se dio la circunstancia de que el Rey Juan Carlos se entrevistó con el secretario general del partido comunista Nong Duc Manh.

A mi llegada a la embajada en 2003 en un almuerzo con colegas, el embajador cubano me anunció la visita de Fidel Castro. Cuba y Vietnam mantienen relaciones muy estrechas. Funcionarios vietnamitas habían viajado a Cuba becados por el Gobierno cubano y volvían a su país formando la base del hispanismo vietnamita. Años después, Fidel se entrevistó con el glorioso general Giap, el héroe de Dien Bien Phu. Mientras el líder cubano se vanagloriaba de las excelencias de la educación y sanidad cubanas, Giap le interrumpió «¿pero la gente come?». El caso es que Fidel no salió muy convencido del experimento político económico vietnamita, «han caído en manos de la inversión extranjero» declaró.

Se dice que «se hace dinero en Hanoi y se gasta en Ho Chi Minh City». Esta parece ser, al menos, la filosofía de la cadena Meliá que acaba de comprar 13 hoteles, e instalado en la antigua Saigón su centro de operaciones para el sudeste asiático. Hanoi y HCMC/Saigón son los grandes polos del desarrollo de un país largo y estrecho. La distancia aproximada entre las dos ciudades es de 1700 km. Hanoi es el poder político y Ho Chi Mihn City, el comercio y la actividad empresarial. En Hanoi, el gobierno concentra en la región capitalina reuniones internacionales, infraestructuras, así como inversiones industriales. Por otra parte, el puerto de Haiphong sirve de conexión para el comercio que se hace con China. Hanoi es más chino, Ho Chi Minh City, una ciudad más como otras del sudeste de Asia.

Como en el resto del país hay un tráfico intenso de motos (61 millones aproximadamente) lo que demuestra la laboriosidad y energía del pueblo vietnamita, en negocios de toda índole, en puestos callejeros o en los arrozales que van dando paso a proyectos inmobiliarios de gran envergadura. El norte progresa quizás más rápido, pero las 61 provincias de Vietnam compiten con ahínco para atraer la inversión extranjera.

Durante los últimos 30 años ha habido problemas económicos de diversa índole. El primer problema ha sido la corrupción, seguido por un marco institucional que no siempre es claro ni estable. Pero todas estas dificultades se han ido superando y las perspectivas de futuro son buenas, ya que el país crecerá a ritmo del 6 por ciento en los próximos 5 años.

Recientemente el primer ministro Phan Min Chinh hizo unas declaraciones prometiendo descongelar buen número de proyectos inmobiliarios y de infraestructuras que habían quedado paradas (el inmobiliario constituye el 11 por ciento del PIB vietnamita).

Con el tiempo Vietnam puede ser, en la tecnología, un país émulo de Corea ya que cuenta con cada vez más estudiantes de ciencias, ingeniería y matemáticas. Además, el endurecimiento de relaciones entre China y los Estados Unidos, que continuará en el futuro, favorece que la inversión extranjera se derive hacia Vietnam.

Como dice el antiguo ministro de Asuntos Exteriores singapureño George Yeo «debemos ser optimistas respecto al futuro de Vietnam». Un país de 100 millones de habitantes que mira el futuro con esperanza y que ha crecido en 20 millones de habitantes en los últimos años. Además, cuenta con 4 o 5 millones de expatriados desparramados por el mundo, lo que significa una gran conectividad internacional. La pertenencia de Vietnam al ASEAN le da una apoyatura para seguir su propio camino. Vietnam, por otra parte, no puede vivir sin China, y las sinergias con el gran vecino del norte son inevitables, por ejemplo, en las cadenas de producción y de recambios. Para 2050, Vietnam puede ser uno de los grandes países de Asia y del Pacífico occidental.

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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