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TribunaJosé Antonio García-Albi

El cambio climático y el fútbol

Si no son ciertas las causas atribuidas a un fenómeno, difícilmente pueden ser útiles las medidas implementadas para combatirlo. Salvo que se trate de convertir ese fenómeno natural en un negocio, claro

Actualizada 01:30

Hoy nos vamos a dar el gustazo de disfrutar de la libertad de expresión. De gozar con la sensación de ser libres que nos provoca el disentir del nuevo yugo dictatorial que supone el dogma oficial del cambio climático. Y es que tenemos que celebrar por todo lo alto la publicación del libro Premoniciones. Cuando la alerta climática lo justifica todo, escrito por los eminentes profesores Alfonso Tarancón y Javier del Valle, aporta método científico al estudio de las frecuentes modificaciones y variaciones climáticas.

La historia nos enseña y nos habla de la soledad de los científicos que utilizan formas de trabajar que hacen honor a su nombre y actividad. Y que acaban con el consenso preestablecido manteniendo la verdad científica frente a cualquier dogma anterior. Así vimos a Galileo Galilei, padre de la ciencia moderna, condenado por la Inquisición católica italiana a abjurar de sus investigaciones por mantener la teoría de Copérnico de que la Tierra giraba alrededor del Sol. Y al español Miguel Servet, descubridor de la circulación sanguínea pulmonar, condenado a morir en la hoguera por la Inquisición luterana de Calvino; podemos decir que a partir de él, se comenzó a pensar que no se puede ir matando a alguien por sus ideas. Estoy seguro de que los profesores Tarancón y del Valle serán despellejados verbalmente en plaza pública por parte de la inquisición climática, pero deseo de verdad que los males no pasen de ahí y anticipadamente me solidarizo con ellos.

Según las predicciones que hemos estado escuchando, hoy en día por las calles de Alicante sólo debieran pasear las sardinas. Este mismo año, en el carnaval de Venecia todos habrían ido disfrazados de pez, salvo algún original que iría de tortuga. Las Maldivas se han enfrentado al mandato oficial abriendo un nuevo aeropuerto, cuando desde el 2018 íbamos a poder acceder solamente en batiscafo. Frente a esas pintorescas premoniciones este libro aporta método científico, seriedad y reclama un debate serio y profesional frente a la creencia impuesta. Pero es que además ofrece conclusiones que todos podemos comprender. Creo que nos parecerá lógico que el sol, su actividad y sus manchas, por ejemplo, sean más influyentes que el hombre en las históricas variaciones climáticas. Y es que al clima desde el inicio de los tiempos le da por ir cambiando.

Pienso yo que si todo esto de nuestra responsabilidad en las modificaciones que nos ocupan fuera cierto, el primer mensaje que nos enviarían las élites y los de las agendas sería: no compren ustedes nada chino, ya que es el país más contaminante. En lugar de eso, llegan con sus jets privados, se reúnen a fantasear sobre el clima frente a un Dry Martini (removido, no agitado) y nos regañan porque vamos en coche y en avión. ¡Oiga, regañen ustedes a China!

Resulta curioso, más bien insultante, que todo lo que tenga que ver con la alerta climática sea financiado con dinero público. No hay calentamiento sin pasta. Estudios, coches, instalaciones de placas solares; lo que sea. Todo se lleva una buena parte del dinero de los ciudadanos. Porque hay que decir que el dinero público es de los ciudadanos. No se puede utilizar como si no tuviera dueño, lo tiene y somos todos nosotros; lo que es público es la plaza en la que me van a poner a caldo por decir estas cosas. Estamos ante una ciencia politizada, con intereses económicos y que ha utilizado datos sesgados en las series estadísticas. En cualquier caso, si no son ciertas las causas atribuidas a un fenómeno, difícilmente pueden ser útiles las medidas implementadas para combatirlo. Salvo que se trate de convertir ese fenómeno natural en un negocio, claro.

Por otro lado, tampoco nos viene mal que la actividad solar, las variaciones en la inclinación del eje terrestre y las oscilaciones de la órbita que describe la Tierra, nos premien con un gradito adicional. Al precio que está el combustible de las calefacciones fruto del disparate energético, hasta se agradece.

Y todo esto nada tiene que ver con la contaminación, contra la que el hombre viene luchando con éxito, desde hace mucho tiempo; con la excepción de China. Es una falsa justificación mercantil, con la que destrozan nuestros campos y, por ende, nuestra fauna. Uno tiene la sensación de que el fundamento de este suicidio colectivo, y por decirlo de alguna forma, es que el portugués que dirige la ONU se ha ido al Algarve, ha metido el dedito en el agua y ha manifestado serio y concluyente:

Epá. Eu acho que isto e moito quente.

Y volviendo al momento de felicitar a los profesores del Valle y Tarancón y de agradecer su seriedad, valentía y honestidad científica, ustedes con toda la razón me preguntarán:

Bueno. ¿Y todo esto qué tiene que ver con el fútbol?

Tengo que responderles que absolutamente nada. Pero tampoco tenemos mucho que ver los hombres con las oscilaciones climáticas y miren la tufarrada que nos dan y lo caro que nos sale el temita.

José Antonio García-Albi

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