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Giovanni Guida

Giovanni Guida

Entrevista con Giovanni Guida

El pintor que rasga sus obras en busca de la verdad: «El color se hace arte a través de la unión de cielo y tierra»

Sus obras están creadas con la muy original técnica pictórica surrealista de Grattage, que consiste en raspar con diversas herramientas la pintura aún húmeda, esparcida sobre el lienzo u otro material

Giovanni Guida (Acerra, 12 de octubre de 1992) es un artista, pintor e ilustrador italiano. Sus obras están creadas con la muy original técnica pictórica surrealista de Grattage, que consiste en raspar con diversas herramientas la pintura aún húmeda, esparcida sobre el lienzo u otro material.

Su pintura se basa en el valor dinámico del signo, con líneas suaves y sinuosas que se entrelazan y se cruzan, y en la centralidad del gesto, amplio y decisivo. Profundiza sus investigaciones sobre el color y la luz, avanzando hacia el arte abstracto, a través de superposiciones de óleos, veteados de las técnicas surrealistas de Grattage y Frottage, se pretende responder a los signos y formas inesperadas creadas por la trama, raspando la pintura, casi rasgando ese «velo de malla», una clara alusión a la filosofía de Arthur Schopenhauer, que abarca la esencia de las cosas.

El color liberado, devuelto a su pureza y brillo, hace visible la génesis de las cosas, la estructura profunda de la realidad, el mundo en su estado naciente, conduciendo a una especie de «trascendencia espiritual» de la percepción. Este es el inicio de un viaje espiritual que tiene como objetivo liberarse de la materia, a través de continuas hierofanías, en una proyección sin horizontes, puntos de fuga y límites para «alcanzar lo imposible»: el velo caído desaparecerá progresivamente de los ojos y será posible experimentar la verdad. Esta búsqueda de la verdad evoca el famoso rasgado del velo del templo de Jerusalén, ese enorme paño que dividía la parte destinada a los sacerdotes de la parte inaccesible, donde se encontraba la reliquia del Arca de la Alianza. Cuando el Señor murió en la cruz, este velo se rasgó en dos, de arriba (trascendencia) abajo (inmanencia).

'Apotheosis' de Giovanni Guida

'Apotheosis' de Giovanni Guida

–¿De dónde parte su vocación a la pintura?

–La dinámica de mi vocación a la pintura es singular: fui alcanzado por la mirada del Creador, que me llamó y me designó como el pintor que rasga el velo de las ilusiones para buscar la verdad. Parecería una experiencia extraordinaria reservada a unos pocos, pero no es así; La «voluntad de poder» es vida proyectada hacia un horizonte en el que es posible encontrar y obtener lo que queremos. La pintura es precisamente ese redescubrimiento de la profundidad de esa mirada, Sagrada Conversación, que se centra en las personas, en las cosas y las redime.

–¿Qué significa para usted ser un pintor que da testimonio de fe?

–Significa transformar nuestra vida en obra de arte, haciendo nuestra existencia singular, concreta y digna de ser vivida, disfrutada a través del mayor contenido del amor: la capacidad de darlo todo a todos incondicionalmente, suscitando en el otro la alegría de ser amado.

–¿Qué papel tiene la fe en su proceso creativo?

–Quiero conocer, experimentar, investigar, crear y cristalizar productos significativos dentro de la cultura, pero también abandonarme con confianza en manos del absoluto, el artista por excelencia, teniendo el coraje de confiar en mí mismo, de apoyarme en una roca sólida y recomponer los complicados fragmentos de mi vida para prepararme para la apertura, para la globalidad del conocimiento.

Copula Mundi, de Giovanni Guida

Copula Mundi, de Giovanni Guida

–¿Qué fuentes de inspiración utiliza en sus obras?

–Mis fuentes de inspiración son textos filosóficos, como los del gran Agustín de Hipona, Arthur Schopenhauer, Friedrich Nietzsche. Después del estudio, la reflexión y la meditación, es fundamental escuchar activamente música que me lleva por un camino místico, casi pastoral en el ambiente, guiado por voces suaves e inconfundibles que me ayudan a expresar mi voz interior.

–El azul cerúleo, ¿cómo y por qué es la base de su obra?

–Mis pinturas se caracterizan por la profundidad del noble azul del lapislázuli: el absoluto que se abre a lo humano, conduciendo a un culto a lo inmaterial, a lo invisible, a una sublimación del color en una dimensión supra histórica. Hay una transustanciación del color que nos lleva de la inmanencia a la trascendencia y se transforma efectivamente en arte a través de la unión entre el cielo y la tierra en busca de un abrazo cósmico. El azul cerúleo, color del cielo, que nos eleva desde nuestra condición humana y nos sublima para alcanzar una apoteosis y una gloria sin fin y sin tiempo: el ultramar espiritual que busca el soplo vital, contemplando cielos siempre abiertos y desgarrados para siempre, al punto de pedir al absoluto que manifieste su poder, a través de la exclamación «si rasgaras los cielos y descendieras».

–¿Qué desafíos ha enfrentado con sus obras?

–El primer desafío es la lucha contra el tiempo: el color no debe secarse sobre la superficie que se va a «rayar». Debemos, por tanto, ser visionarios, captar el futuro antes de que suceda, explorando nuevos territorios, no adhiriéndonos a la realidad sino abstrayéndonos de ella, intentando siempre resolver los problemas con soluciones diferentes, disrumpiendo, innovando y reinventando. El mayor desafío será hacer que el arte surja de realidades estáticas y delimitadas: el mundo debe convertirse en un museo amplio, sin paredes, donde será posible contemplar cielos inmensos.

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