Esto se va a poner muy feo
España vivirá continuamente en un sangrante debate sobre la independencia de Cataluña y el País Vasco, orillando asuntos capitales, sobre los que reflexionan en los grandes países occidentales
Desde hoy, España las va a pasar canutas. Tiene al peor presidente de la democracia cuando el país está más dividido, encanallado y debilitado. Pedro Sánchez Pérez-Castejón recibió ayer la confianza de una Cámara secuestrada por la voluntad de un puñado de diputados que no quieren ser españoles, que desean lo peor para España, que sueñan con hundirla y que han subvertido el orden democrático a cambio de apoyar a un presidente sin dignidad que ha subastado la del país para sumar un trienio más en la Moncloa. «Con nosotros no tiente a la suerte», le dijo Miriam Nogueras, la nueva estrella de la legislatura, la ministra sin cartera y con todos los poderes del nuevo Gobierno de las cosas chulis.
A partir de hoy, Puigdemont dirigirá el país, primero desde Waterloo, y después, en cuanto le aseguren que no quedará un resquicio legal por el que se le pueda encarcelar, desde su despacho barcelonés, que en breve será el de la presidencia de la Generalitat. Y cuando eso ocurra, Salvador Illa volverá con las orejas gachas a Madrid, tras comprobar que también a él lo vendió Su Sanchidad como si fuera un retal deshilachado, como en su día hizo con Carmen Calvo o José Luis Ábalos.
Mientras tanto, las cosas se pondrán muy, pero que muy feas. Tendremos el lío institucional más gordo de nuestra historia. El Gobierno socialseparatista se enfrentará a las once comunidades autónomas que no gobierna porque en su lógica guerracivilista, forman parte del bloque fascista. Además, la calle le recordará (espero que no deje de hacerlo) que ha arruinado el legado de nuestra transición y socavado las bases de nuestra democracia por siete votos. El presidente del Gobierno no podrá salir a la calle, si no es con un perímetro de seguridad más propio de Gaza, si no quiere oír todo el odio que ha insuflado a los españoles que quieren lo mejor para su país.
El Congreso de los Diputados creará comisiones caraqueñas de investigación para revisar el trabajo de los jueces, en un enfrentamiento inaudito entre el legislativo y el judicial en España. El mismo Congreso intentará anular la capacidad parlamentaria tiene el Senado, en manos de la mayoría absoluta del PP. Sánchez seguirá insultando y menospreciando al líder del primer partido en votos, al que quiere reducir a un facha que va a meter en la cocina a las mujeres (con el tiempo que tuvo para hacerlo en Galicia y perdió la oportunidad). El Supremo intentará reivindicar su función jurisdiccional ante el Tribunal Constitucional, que torpedeará cualquier intento del tribunal sentenciador del procés de defender la legitimidad de sus decisiones, en una lucha desconocida entre las dos altas instituciones del Estado.
Dentro del Gobierno, Yolanda Díaz se pegará a mano abierta con Pablo Iglesias por desahuciar definitivamente a Ione e Irene del Gobierno de coalición. Puigdemont pondrá en valor su papel determinante en la investidura de Sánchez para anular el protagonismo de ERC, por eso vimos a Rufián como un actor secundario esta semana. El PNV comprobará que ha hecho el peor negocio de su historia, sumándose a un coro de grillos antisistema encabezados por los proetarras de Bildu, su peor enemigo, y con política radicales que torpedean la línea de flotación de las empresas vascas. El tractor de Aitor, como dijo el líder del PP, lo han cambiado por la hoz y el martillo. Además, el forajido, de la ultraderecha supremacista catalana, boicoteará la agenda «social» del Gobierno para imponer la política identitaria como único eje de la legislatura. Sánchez aprobará su primer presupuesto en primavera, pero quizá ninguno más, y tendremos que pagar con una subida de impuestos a las clases medias los 15.000 millones que le perdona a Cataluña porque los mercados exigirán su dinero, Europa empezará a cerrar el puño tras los fondos de recuperación, nuestra nación seguirá a la cabeza en parados de larga duración y en desempleo juvenil, continuaremos en la champions en deuda y déficit público, y la reputación de nuestro país caerá por los suelos. La inseguridad jurídica ahuyentará la inversión extranjera y España vivirá continuamente en un sangrante debate sobre la independencia de Cataluña y el País Vasco, orillando asuntos capitales, sobre los que reflexionan en los grandes países occidentales mientras volvemos a la cueva nacionalista, como el reto demográfico, la inteligencia artificial y el aniquilamiento de los valores morales en la educación de nuestros hijos.
Este es el panorama que se abre hoy con un mandato que, según la ley de amnistía, iba a ser el de la reconciliación y la convivencia y que ha partido en dos nuestro país y envilecido la paz social, en la que solo creen los sindicatos, calladitos y metidos en el sarcófago mientras Sánchez llena sus bolsillos y consagra los privilegios de unos frente a la ruina, moral y económica, de la mayoría. De España.