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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Lo que delata lo de la «fachosfera»

Tenemos un presidente del Gobierno que ya insulta abiertamente a los que no piensan como él y los separatistas. ¿Próximo paso? Es evidente: perseguirlos

Actualizada 12:42

Sánchez, que no admite entrevistas en medios nacionales que no sean de su cuerda, ha concedido una al periódico barcelonés La Vanguardia con el objetivo de pedir disculpas a sus jefes separatistas por haberlos espiado. Como es sabido, el CNI controló el móvil de Aragonés entre julio de 2019 y enero del 2020, con autorización del Supremo y en plena presidencia de Sánchez, pues se sospechaba que el político de ERC podía estar entre los que impulsaban a los CDR. Fue una acción lógica, pues no existe estado en el planeta que no utilice a sus servicios de inteligencia para protegerse de los enemigos que de manera clarísima y hasta confesa amenazan la integridad de la nación.

Con esa mirada de corderillo degollado que imposta cuando va de víctima, Sánchez asegura en la entrevista con el periódico catalán que no sabía nada del espionaje a Aragonés. Si es así, mal, pues tendríamos un presidente que no se entera de nada. Y si no es así y sí lo sabía, pues peor: estaríamos –una vez más– ante un presidente que miente sin inmutarse.

Sánchez, que en su día reconoció abiertamente que aceptaba la amnistía solo porque no le salían las cuentas del poder, insulta la inteligencia del respetable en la entrevista soltando absurdos como que ha cambiado de idea para reforzar la Constitución y la convivencia.

Pero el gran momento de la charla con el periódico de Godó, grande de España de muy elástico compromiso con ella, llega cuando el presidente acuña un nuevo término y se lamenta de que existe una «fachosfera» que quiere acabar con él y su Gobierno. Merece la pena detenerse en el neologismo que ha acuñado, porque delata el serio problema que tenemos: estamos ante un presidente que no admite la discrepancia con lo que él hace y piensa.

Con lo de la «fachosfera» está llamando «fachas», abreviatura coloquial de «fascistas», a todos los españoles que no apoyan al PSOE en su huida al monte a la orden de los separatistas. Sánchez ya no se corta. Insulta abiertamente a millones de compatriotas, porque en su opinión todos los que no sean «progresistas» o independentistas antiespañoles solo merecen el desprecio, el señalamiento y ser arrinconados tras «el muro».

Este mandatario está fuera de control y empieza a suponer un peligro (y no estoy siendo alarmista, sino realista), porque ha empezado a saltarse a las claras uno de los pilares de las democracias: el respeto al derecho a existir del adversario y, en especial, de las minorías. Su intolerancia y sus insultos se agravan ante el dato empírico de que los de la «fachosfera» han sumado más votos en los últimos comicios que el PSOE y su socio de Gobierno, el partido neocomunista Sumar.

Por lo demás, supone todo un bromazo que vaya de víctima y denuncie una conjura mediática contra él un presidente que tienen remando a su favor a los informativos de La 1, Telecinco, La Sexta y Cuatro (y con Antena 3 en un centrismo bajo en calorías, que suavemente está basculando hacia el Gobierno).

Sufrimos a un presidente de psicología singular –y estoy siendo muy amable–, que ya insulta a los que libremente osan a discrepar. Son los fachas de la «fachosfera», que solo merecen odio y desprecio. ¿Próximo paso? Pues es evidente: comenzar a perseguirlos.

O a Puigdemont le da un arrebato y deja caer a este Gobierno –que no lo creo, porque nunca vivirá tan bien como con Sánchez–, o las libertades van a empezar a ponerse cada vez más caras en España.

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