Un presidente de cartón piedra
El auténtico muñeco político no es el que vapulearon en Ferraz, sino el que se ha visto en el Parlamento a merced de un partido xenófobo de ribetes frikis
Sánchez es un político pétreo. Observadores que no le tienen tanto cariño como yo dirían que gasta una efigie de acero inoxidable. Sabe mantener un rostro entre hierático y despectivo cuando en las pocas veces en que acude al Congreso se ve obligado a escuchar los repasos de la oposición.
Pero su cara era un poema a su llegada este martes al Parlamento (donde se presentó tarde, por cierto, con la chulería displicente de fumarse el debate de una sesión crucial). Marisu Montero, sentada a su vera en la bancada del Gobierno, mostraba un rictus todavía más funerario, casi como si le estuviese dando un cólico nefrítico. Y es que el auténtico muñeco político no es aquel que vapulearon una noche de jarana en Ferraz, sino el que se ha visto este martes en el Parlamento, totalmente a merced del capricho de un partido xenófobo de ribetes más bien frikis.
Junts, partido separatista y supremacista dirigido por un fugitivo de la justicia, es insaciable. Ya no les basta la ley inconstitucional de amnistía que obligaron a digerir al PSOE. Ante la posibilidad de que el valeroso juez Aguirre acuse a Puigdemont de traición por sus apaños con los rusos, ahora exigen que ese delito sea también amnistiado, por eso han tumbado por insuficiente la ley que habían cerrado con los socialistas.
La norma que quiere Junts no necesitaría más de nueve palabras: Puigdemont es inviolable a efectos de la justicia española. Punto final. Haga lo que haga.
El debate de la ley de amnistía presentó de manera descarnada el oprobio en que nos ha sumido el sanchismo. Tenemos un presidente de cartón piedra, cuyas ínfulas son inversamente proporcionales a su poder real. Imagino que muchos diputados del PSOE, que callan y asienten de manera vergonzosa, fumarían en pipa en su fuero interno cuando escuchaban a la exaltada Nogueras, la embajadora de Puigdemont, tachando de prevaricadores a los jueces españoles que han luchado contra el golpismo separatista. ¿Qué es hoy el PSOE? Fácil: es el partido que ha elegido a los comunistas, los separatistas y el partido de ETA como compañeros de viaje mientras insulta a las formaciones constitucionalistas y sus votantes tachándolos de «fachosfera».
¿Y ahora qué? ¿Qué pasa tras este revolcón? Pues vuelta a barajar la ley de amnistía. Si nos ponemos a ejercer de pitonisos, diríamos que lo probable es que Sánchez tunee la norma al dictado de todas las exigencias de Junts. Si es menester llegará al extremo de incluir la traición en el catálogo de delitos que serán borrados. Me objetará algún lector: Bruselas no permitirá semejante animalada jurídica. Podría ser. Pero mientras la morosa UE sopesa si toma alguna decisión, Mi Persona ya habrá pasado un par de años más en la Moncloa, que es lo único que le importa.
Si compra el apoyo de Puigdemont a los Presupuestos, al precio que sea, con las cuentas de un año Sánchez es muy capaz de tirar un par más prorrogándolas. Debemos partir siempre de una base: el PSOE ya no busca el bien general de España, lo que prima el personalísimo interés de un ególatra con ramalazos autocráticos.
Hemos visto a un presidente peso pluma zarandeado por un pequeño y estrafalario partido separatista catalán. Pero tampoco se engañen, Sánchez está tocado, no hundido. Cuenta con una ventaja enorme para un político. Y es que todo le da exactamente igual. Propietario de una psique cada vez más sui generis, no siente ni padece, excepto en lo que atañe a su inmenso yo.