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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Homenaje a H.G. Wells

Como tributo al Shakespeare de la ciencia-ficción ofrecemos un breve cuento ambientado en Nueva York

Actualizada 12:34

El inglés Herbert George Wells, nacido en Kent en 1866 y muerto en Londres en 1946, es para muchos el Shakespeare de la ciencia-ficción. Hijo de tenderos y estudiante de ciencias, su imaginación resultó desbordante y su capacidad de anticipar el futuro, pasmosa. Además de escribir grandes clásicos del entretenimiento, como La guerra de los mundos y El hombre invisible, H.G. Wells predijo el teléfono, la ingeniería genética, el láser, los vuelos comerciales y hasta algo parecido a lo que hoy es internet.

Dado que la política se está volviendo un muermo indigerible, para descansar un poco ofrecemos un breve cuento en homenaje al gran novelista inglés:

Estamos en el año 24 del siglo XXI y mandatarios de todo el planeta se reúnen en Nueva York, en la sede de Naciones Unidas. Pero desde las alturas son observados por un grupo de honestos alienígenas, que han venido a la Tierra para ayudar a los humanos. Los extraterrestres se dan cuenta enseguida de que la mentira está pudriendo la política y deciden actuar. Desde su platillo volante lanzan unos haces de luz sobre la sede de la ONU, cargados con un componente que obliga a decir la verdad a todo aquel que es alcanzado por los destellos.

Por su elevada estatura (1.90), y por ser un figurón que trata de plantarse siempre en la fila delantera, el primer alcanzado por el rayo resulta ser un mandatario socialista europeo de tez morena y traje ceñido, que recibe el impacto junto antes de subir a hablar a la tribuna de la ONU. El rayo de la verdad ha reprogramado su cerebro y se dirige a la asamblea en los siguientes términos:

Buenas tardes a todas y todos. Voy a presentarme, por si alguno o alguna todavía no me conoce. Gobierno en mi país sin haber ganado las elecciones y debo mi poltrona a unos partidos que quieren destruir la nación en la que yo mando, a los que compro otorgándoles prebendas que les ayudan en su plan. Mi mujer está siendo juzgada por corrupta, porque se valía de mi cargo para sus negocios. A mi hermano, al que yo había enchufado en una administración provincial, lo están investigando por hacer trampas fiscales. Mi mano derecha en mi partido, un exministro que me ayudó a asaltar el poder sin ganar las elecciones, es sospechoso de corrupción por mordidas en la compra de material sanitario y tal vez también en la obras públicas. Los datos del paro los tengo trucados y hay 700.000 desempleados más. La deuda pública la he disparado. El fiscal general que he nombrado y que trabaja para mi con fidelidad canina está a punto de ser imputado por filtrar datos de un particular para favorecerme. El Tribunal Constitucional lo tengo controlado con otro fámulo que he puesto allí, que ha llegado al alocado extremo de perdonar por orden mía el mayor caso de corrupción de la historia del país. También mangoneo el instituto estatal de encuestas, con un tío de mi partido que manipula cada mes un sondeo a mi favor. Y la televisión pública, con otra tía de mi partido al frente, con la que he llegado a contratar a un bufón de cámara que pago con los impuestos de todos los ciudadanos. He mentido una y otra vez en mis promesas más firmes. Soy socio de un partido que es continuación de una banda terrorista que mató a una docena de miembros de mi partido. Quiero meter mano a la prensa que me molesta con una batería de leyes represivas. He hecho una reforma, que vendí como un ejemplo de avance feminista, que resultó tal chapuza que he rebajado las penas a un millar de violadores. Propongo muros contra la oposición y ninguneo hasta al Rey, porque al menda a chulo no le gana nadie. Voy de gran paladín de los derechos humanos, pero me niego a condenar la dictadura venezolana claramente y adulo al sátrapa de Marruecos y al autócrata chino. Aunque adopto una sonrisa impostada en cuanto veo una cámara, en privado me dan brotes súbitos de irá, que hacen palidecer a mis fontaneros de cámara, una legión nunca vista antes.

La asamblea de la ONU está demudada ante semejante confesión. Pero el rayo alienígena deja de hacer efecto, el orador se recompone y continúa así: «Con la coalición progresista tenemos un Gobierno limpio, que nació de una moción de censura como respuesta a la corrupción. Nuestro país es todo un ejemplo de resiliencia, con un potente escudo social y unas políticas feministas y ecologistas que nos sitúan en el lado correcto de la historia...».

Los alienígenas encienden su platillo y se largan echando leches: «Blanco y en botella. Esto no tiene remedio». The End.

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