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Cosas que pasanAlfonso Ussía

En espera de los grilletes

El general Rojo combatió con inteligencia y sin el ánimo del símbolo máximo. Su Bandera era la del bando Nacional, la de todos los españoles

Actualizada 01:30

El general Vicente Rojo, Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra del Ejército del Frente Popular, fue un brillante militar. El gran estratega del Ejército republicano. Franco le admiraba y la admiración era correspondida. Volvió a España, años más tarde de finalizar la Guerra Civil, y falleció en Madrid en 1966. Hasta el diario «El Alcázar», que nació durante la heroica defensa del Alcázar de Toledo, trató con respeto su figura. El general Rojo combatió con inteligencia y sin el ánimo del símbolo máximo. Su Bandera era la del bando Nacional, la de todos los españoles. «La Bandera tricolor sólo consiguió dividir a los españoles». «Fue una decisión arbitraria para hacer prevalecer las ideas de la República por encima de las ideas de Nación y Patria». Quizá resulte conveniente que todos esos mamarrachos que tremolan, airean y reivindican la efímera y parcial bandera republicana, lean lo que de ella pensaba el más inteligente de los militares republicanos. «En el orden social y humano, Franco ha triunfado. Primero, porque ha logrado la superioridad moral en el interior y en el exterior. Mandó sobre un Ejército unido».

En la misma trinchera, sin la inteligencia del general Rojo, pero sí con la vehemencia y un talento natural fuera de lo común, luchó Enrique Lister, comunista, general del Ejército Popular. Lister no se andaba con chiquitas y aplicaba su dureza tanto a los enemigos como a sus soldados. No admitía dudas ni deserciones. Y él mismo se encargaba de ejecutar a los suyos. «Yo soy comunista, pero admiro a ese hombre por su tesón y entrega al bienestar de España». Se jugó la vida durante tres años en los más duros frentes de batalla. Como Yolanda Díaz, Pablo Iglesias, Irene Montero, Juana Belarra y Urtasun. Como Pedro Sánchez y Zapatero, mismamente.

En 1959, El presidente de los Estados Unidos de América visita oficialmente España y rompe la estrategia de aislamiento impuesta por la ONU. Churchill ya lo había reconocido. –pues ¡Claro! Que deseamos la victoria de Franco y le ayudamos en lo posible. Fue la gran batalla ganada al comunismo”.

El recibimiento al presidente Eisenhower fue apoteósico. Fue uno de los generales victoriosos contra el nazismo y el imperialismo japonés. Su abrazo con Franco en presencia de su ayudante Vernon Walters – quizá el militar y político más inteligente de Occidente y al que tuvo la suerte de tener como amigo en los últimos años de vida de Walters nuestro Director de Opinión Ramón Pérez-Maura-, eliminó todas las diferencias y España se abrió a establecer en su territorio las bases americanas de Torrejón, Morón y Rota. La opinión de Dwigth Eisenhower acerca del general Franco hoy sería delito en España. «Admiraba a Franco como general, pero ahora le admiro también como estadista».

Ya retirado de la política, lo primero que hizo el general Charles De Gaulle, héroe de la Segunda Guerra Mundial y presidente de la República Francesa, fue visitar al General Franco en el palacio de El Pardo. «Cumplo una de mis calladas ilusiones». Otro delincuente.

Y ahora se entienden los motivos del odio que sienten la izquierda y la extrema izquierda españolas por su figura. Nada tiene que ver con el franquismo en sí, porque el franquismo estuvo lleno de socialistas. El socialismo y el comunismo en España se han movido desde 1948 en el aborrecimiento a Israel. ¿El Holocausto? ¡Qué cosas se inventan! A pesar de su débil y testimonial alianza con Alemania, las embajadas y legaciones españolas trabajaron sin descanso para liberar a prisioneros judíos de los campos de concentración nazis. La heroica actuación de la legación de España en el Budapest ocupado, en la que destacó el joven diplomático Ángel Sanz Briz, no admite ni un soplo de duda histórica. Y lo ratifica el que fuera Embajador del Estado de Israel en Madrid, el socialista e inteligentísimo –en Israel puede producirse ese milagro de coincidencias- Shlomo Ben Amí. «El único país que, de verdad, echó una mano a los judíos fue España, que salvó a más judíos que todas las democracias occidentales juntas».

Una, dos, tres, cuatro, cinco y seis en la boca.

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