Elon, que no te enteras
Ahora que le ha dado por opinar sobre la política europea sorprende que todavía no haya reparado en el mandatario más fullero de toda la UE
Dicen que somos lo que mamamos en la infancia. Y la de Elon Reeve Musk en su Sudáfrica natal fue tremenda. Hijo de un ingeniero metido en el negocio inmobiliario, al que no soportaba, y de una modelo canadiense, a los nueve años recibió el mazazo del divorcio de sus padres. Se trataba además de un niño tan inteligente y absorto en su mundo que enseguida le cayó la etiqueta de «rarito», con el consiguiente acoso escolar. Sus compañeros la tomaron con aquel chavalín introvertido, que devoraba una novela de ciencia-ficción cada dos días. En una ocasión lo arrojaron por las escaleras y acabó en el hospital con heridas graves.
Su curioso cerebro carburaba a una potencia inusual. A los diez años le regalaron un modesto ordenador Commodore Vic-20. Aprender a programarlo bien requería unos seis meses. Él lo dominó en tres días. Con once años ideó un vídeojuego, un ataque alienígena a la Tierra, que vendió a una revista.
A los 17 años, Musk se marchó a estudiar a Canadá para eludir la mili obligatoria de su país. Se graduó allí de manera brillante en Física e Informática. Próximo paso, emigrar a la gran meca: Silicon Valley. Su primera empresa fue Zip2, una suerte de Google Maps antes de que existiese, que puso en marcha con su hermano. Dormían en la oficina y se duchaban en un gimnasio del YMCA. Cuando vendió Zip2 se compró un McLaren. Lo estrelló («lo más gracioso es que no está asegurado», comentó con su risa conejil al salir de los amasijos).
El próximo paso fue PayPal y un injerto de pelo. Luego vendrían Tesla, Space X, la compra de Twitter… Hoy es el hombre más rico del mundo y quiere ser también el más influyente.
No cabe duda de que Musk es un genio (nadie sale de Pretoria con 2.000 dólares y se convierte en un amo del universo, que ha revolucionado incluso la carrera espacial). Sobre su calidad como persona existe más debate. Su liderazgo empresarial es visionario y muy claro. Pero terriblemente duro. En solo dos años se largaron de Tesla 36 altos ejecutivos, incapaces de seguir el ritmo de un jefe que duerme cinco horas y muestra una exigencia implacable, con prontos coléricos. «Le importa mucho la humanidad, pero nada las personas que tiene al lado», zanjó uno de los despedidos.
Musk presenta una rareza respecto a lo que se estila en el mundo tecnológico estadounidense: es de derechas, lo cual lo ha colocado en la diana de la izquierda mundial. Cuando Twitter remaba con fuerza sectaria hacia babor, todo maravilloso, ni una queja. Pero ahora que su nuevo dueño ha retirado el barniz «progresista», ¡escándalo!
Si Musk preconizase en sus tuits el aborto sin tasa, la eutanasia desde los doce años (como en Holanda), las aberrantes teorías «de género» con cinco sexos diferentes, la igualación a la baja, el victimismo, el socialismo, la desesperanza y el bajo esfuerzo como propuesta vital… el aplauso sería general. Pero como se ha atrevido a situarse en las antípodas del wokismo, el consenso izquierdista lo tacha de peligro público.
Al hombre más rico del mundo le ha dado por opinar a su aire sobre la política europea. Ha señalado a Starmer, a Macron, a Scholz… incluso ha dicho que toca jubilar a Farage. Curiosamente, no ha reparado todavía en el político más fullero de la UE, el único que está desmontando una democracia a cámara lenta y que gobierna sostenido por un delincuente separatista fugado.
Elon, que no te enteras. Si tienes el dedo caliente y andas con ganas de tuitear sobre Europa, ocúpate por favor de cierto mentirómano en serie que tiene imputados a su mujer, su hermano, su fiscal general y su mano derecha. El presidente que gobierna sin ganar las elecciones coaligado con los enemigos de su país. El que se dedica a reabrir una Guerra Civil de hace 80 años. El que quiere cercar a la oposición tras «un muro». El aprendiz de autócrata que costea con dinero público encuestas trucadas a su favor y ha convertido la televisión estatal en cañón partidista. El tío que amnistía a unos golpistas para comprar unos meses más en el poder. El que pasa de todo cuando una región de su país sufre una catástrofe espantosa. El que no puede pisar un café sin escuchar un abucheo. El que está en el poder por estar, sin presupuestos y dedicado a dividir a sus compatriotas con ideología barata y resentida.
Elon, anímate, que aquí hay tomate.