Colocón en Ciudad Real
¿Por qué van a respetar la ley los del 'rave' ilegal en un país donde campan a sus anchas el fiscal Ortiz, los amnistiados y los asesinos etarras que andan de potes?
Hubo una época en que el dopaje en los pelotones era un secreto a voces. Pero las autoridades deportivas no acababan de actuar en serio. Fue entonces cuando un ciclista profesional lanzó una pregunta de un socarrón realismo: «¿Alguien se cree que el Tour se gana solo con arroz con pollo?».
Lo mismo ocurre con los llamados «raves», fiestas insomnes de música electrónica rayada, que comenzaron a hacerse populares en Inglaterra a finales de los ochenta, en la época del acid house. ¿Alguien se cree que se aguanta toda una noche de tecno chunda-chunda solo con unas cañitas y un bocata de mortadela?
Las drogas son el motor de las fiestas rave. Por eso en el bolingón ilegal de seis días de Ciudad Real, celebrado en un descampado junto al fallido aeropuerto, un guiri anunciaba en una ventanilla de su furgo que dentro vendía «pastillas, coca, ketamina, setas y marihuana». El nombre de «el evento» -como dicen ahora los pedantes- era bastante revelador: Big Fucking Party, con el alegre lema de «libertad, fiesta y drogas».
El colocón de seis días, que acabó en Reyes, reunió a cinco mil personas de estética perroflautil e higiene contenida, con unas 1.500 autocaravanas y furgonetas allí aparcadas. ¿Qué empresa lo ha organizado? No se sabe. Se habla de «un colectivo», que lo anunció «por redes» y que lo celebraba en España por tercer año consecutivo. Resulta evidente que detrás está un empresario, que maneja y gana pasta con el invento, porque allí había siete escenarios, un castillo hinchable, luces, láser, fuego artificiales, acróbatas, puestos de comida…
Mediaba, eso sí, una enorme diferencia con toda actividad económica al uso. A los empresarios los abrasan con todo tipo de exigencias burocráticas. Si un autónomo se fuma un pago fiscal recibe al momento un capón de Hacienda. Si unas personas provida se reúnen para rezar frente a una clínica abortista, grave ilegalidad. Si entras sin etiqueta con tu coche en el centro de una ciudad, multazo. Si no cuentas la II República como ordenan las leyes sectarias, sanción… Pero eso sí: en España puedes organizar un sarao drogota de seis días sin permiso alguno, sin seguridad, sin garantías de higiene ni sanitarias, invadiendo a la brava unos terrenos que no son tuyos, sin pagar un céntimo a Hacienda... y no pasa na.
Barra libre, con 170 polis limitándose a mirar como se trapichea y se incumplen las leyes okupando unos terrenos públicos con un espectáculo no autorizado. El Gobierno así lo quiere, con el memorable argumento de que «si se actúa podría provocarse un problema mayor». Es decir, la ley debe quedar en suspenso en determinadas circunstancias. Pura aplicación de la jurisprudencia sanchista.
¿Por qué van a respetar la ley los de la macro-moña del secarral manchego en un país donde campa a sus anchas el fiscal Ortiz, un pícaro que obstruye una investigación policial cambiando de móvil? O donde la supuesta igualdad de los españoles ha quedado arrasada por los indultos y la amnistía. O donde se van a perdonar 15.000 millones de pufo a los catalanes, premiando así al separatismo insolidario y manirroto en un agravio a las regiones cumplidoras. O donde asesinos en serie etarras están ya de potes por la calle, con largos y felices años de vida por delante.
Así que para el año que viene no solo esperamos que se tolere una nueva edición ilegal del rave Big Fucking, sino que además proponemos que cuente con el patrocinio oficial de Urtasun, música de David Azagra y una carpa donde la cuádruple imputada pueda ofrecer unas charlas distendidas sobre Captación de Fondos en la Economía Tecno Alternativa. Y si Ábalos y Koldo se animan con el puesto de perritos calientes, entonces ya el summum, todo el equipo reunido de nuevo por una noble causa.
El mundo avanza y aquel rollo carca de que todos somos iguales ante la ley es muy poco «progresista».