Putin no sabe lo que le espera
La Rusia de Putin es un pigmeo económico al lado de Estados Unidos. Esa es la razón por la que está perdiendo la guerra pese a movilizar 500.000 hombres, y Estados Unidos la está ganando sin tener sobre el terreno ni un solo soldado
Nueve días después de que Vladimir Putin ordenara la invasión de Ucrania, Joe Biden afirmó en el Congreso de Estados Unidos algo que sonó a bravuconada: «Putin no sabe lo que le espera». En aquel momento todos los expertos decían que el ejército ruso descoyuntaría al ucraniano en poco tiempo. La embestida rusa en las primeras semanas pareció darles la razón porque conquistó unos 120.000 kilómetros cuadrados del sur y el sureste de Ucrania. Pero no hubo que esperar mucho tiempo para que cambiaran las tornas.
Los expertos habían sobrevalorado la capacidad del ejército ruso y minusvalorado la ayuda militar que Estados Unidos estaba dispuesto a proporcionar a Ucrania. Desde que estalló la guerra, los americanos no han parado de suministrar al ejército ucraniano inmensas cantidades de material militar con la más alta tecnología. El 15 de octubre supimos que la aviación rusa había sido derrotada por las defensas aéreas que los americanos habían enviado a Ucrania; Putin se vio obligado a humillarse y a pedir ayuda a Irán para atacar objetivos civiles. Hace un mes, Estados Unidos anunció el envío a Ucrania de misiles Patriots para interceptar los que Rusia lanza contra sus ciudades. Y la visita de Zelenski a Washington el 20 de diciembre y el apoyo sin reservas de Biden han dejado las cosas claras.
Rusia comenzó su campaña con un ejército de 200.000 hombres con los que ha sido incapaz de asegurar las conquistas de su primer embate. En septiembre perdió Jarkov y el ejército ruso inició una retirada en la que lleva perdidos unos 40.000 kilómetros. Aunque el hermetismo sobre el número de bajas en ambos bandos es total, los servicios de inteligencia occidentales calculan en unas 100.000 las bajas rusas. Putin se vio obligado a declarar una movilización parcial de 300.000 hombres, la primera en casi 80 años, y a recurrir a los mercenarios del grupo Wagner. Con un ejército que, supuestamente, contaría con medio millón de efectivos, sólo puede retener una estrecha franja de territorio ucraniano equivalente a la que va de Cádiz a Lérida. El 11 de noviembre tuvo que evacuar la ciudad de Jersón y hacer del río Dniéper la barrera defensiva que sus ejércitos en retirada no pudieron levantar. La constante destitución de generales es la mayor prueba de la incapacidad del ejército ruso.
A Putin le queda como último recurso el empleo del armamento nuclear. Pero solo lo utilizará si tiene la certeza de que los americanos no le responderán. El mensaje que Biden le ha lanzado por personas interpuestas ha sido claro. El 25 de septiembre, Jack Sullivan, consejero de Seguridad Nacional, le advirtió de las «consecuencias catastróficas» que tendría para Rusia el empleo de armas nucleares en Ucrania. El 2 de octubre, el general David Petreus trasmitió este mensaje desde la cadena ABC News: «Responderemos liderando un esfuerzo colectivo de la OTAN que eliminaría todas las fuerzas rusas que podamos identificar en el campo de batalla de Ucrania, incluida Crimea». Y el director de la CIA, Bill Burns, se entrevistó el 14 de noviembre en Ankara con su homónimo ruso para advertirle de las consecuencias que tendría emplear armas nucleares en Ucrania. Desde entonces Putin no ha vuelto a hablar de un ataque nuclear.
Hace más de dos mil años Cicerón escribió: «El dinero es el nervio de la guerra». Y en esta frase está la clave de la derrota rusa. Biden sabía lo que decía cuando afirmó que «Putin no sabe lo que le espera». La Rusia de Putin es un pigmeo económico al lado de Estados Unidos. Los datos son apabullantes. Solo daré dos para no agobiar al lector: la riqueza que cada año genera la economía rusa –su PIB– es 1,7 billones de dólares y la de Estados Unidos, 23 billones; la ayuda militar estadounidense a Ucrania desde que comenzó la guerra está en torno a los 20.000 millones de dólares, y en el nuevo presupuesto americano están aprobados otros 45.000 millones.
La brecha tecnológica que separa a ambos países es abismal. Esa es la razón por la que Rusia está perdiendo la guerra de Ucrania pese a haber movilizado 500.000 hombres, y Estados Unidos la está ganando sin tener sobre el terreno ni un solo soldado. Para ser preciso, tiene uno: el agregado militar de su embajada en Kiev, el coronel Garry Harmone, que es quien trasmite al Estado Mayor ucraniano la estrategia diseñada en Estados Unidos, y le suministra toda la información de que dispone la inteligencia americana.
El fracaso de Putin en Ucrania tendrá otros efectos adversos. El más grave podría ser que los países del Cáucaso y Asia central que ahora están en su órbita le pierdan el respeto y traten de sacudirse su tutela.
La petición de ayuda militar a Xi Jinping el 30 de diciembre chocó con la negativa del presidente, que reafirmó la neutralidad de China. El desiderátum de Putin es la vuelta de Trump a la presidencia de Estados Unidos, convencido de que retiraría el apoyo militar a Ucrania. Pero las elecciones del 8 de noviembre le han despertado del sueño.
Cuando se cumplen once meses de la invasión de Ucrania, el futuro de esta guerra no está escrito. Pero el presente está claro: Putin no sabía lo que le esperaba; ahora sí lo sabe.
- Emilio Contreras es periodista