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en primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos Narváez

La náusea infinita

Si se atreven a amnistiar a Puigdemont prostituyendo la legalidad a su antojo, solo cabe preguntarse una cosa: ¿qué será lo siguiente?

Actualizada 01:30

Llevo unos meses reprimiendo una náusea que ya se me antoja infinita. Cuando enciendo la televisión, escucho la radio o leo un periódico algo en mi organismo pugna por abrirse camino y no me queda más remedio que luchar con todas mis fuerzas porque esa entidad que vive en mi interior no acabe en el pelo de cualquier viandante.

Es una situación muy incómoda que, me temo, últimamente ha ido a peor. Y es que, para mi desgracia, me he dado cuenta de que la náusea infinita reacciona furibunda al ver la cara de Carles Puigdemont. Y claro, ahora que no existe otra cara que esa, imagínense mi estado...

Sin embargo, hay algunos suertudos que no sufren tanto como yo cuando ven cosas tan desagradables. Un ejemplo de ello es nuestra flamante vicepresidenta del Gobierno en fruiciones, Yolanda Díaz. Al contrario de lo que me sucede a mí cuando veo a Puigdemont, Yolanda Díaz es capaz de sonreír de forma risueña. Un hecho que a mí personalmente me da mucho miedo, ya que no logro comprender cómo es posible que, ante una misma persona y situación, yo tenga ganas de vomitar y ella, en cambio, solo quiera compartir su felicidad. El ser humano es un misterio.

Aunque, sinceramente, prefiero ser como soy. Prefiero aguantar estoicamente las acometidas de mi organismo antes que plantarme delante de todos los españoles con una cálida sonrisa frente a la persona que quiere destruir su país. Al final, me doy cuenta, todo radica en los diferentes conceptos que cada uno tiene sobre la dignidad.

No obstante, he de confesar que alguna vez he flaqueado y he tenido la tentación de sucumbir al lado oscuro. He llegado a pensar que lo único que puedo hacer para combatir la náusea infinita es imitar a estos siniestros personajes erradicando de cuajo la ridícula manía que tengo de preocuparme por España y los españoles. Pero bueno, afortunadamente han sido reflexiones remotas que he conseguido eliminar rápidamente. Creo que, por ahora, me queda algo de conciencia.

Por eso, yo no sonreiré como Yolanda cuando dentro de pocos meses Puigdemont vuelva a España triunfante y libre de todo cargo. Seré de esos a los que les dolerá profundamente ver cómo España ha claudicado ante un señor que huyó de nuestras fronteras escondido en el maletero de un coche.

Ilustración: Yolanda Puigdemont nausea

Lu Tolstova

Por otro lado, también soy realista. Soy consciente de que llegan malos tiempos para los que piensan como yo. Nadie que conozca un poco el «modus operandi» de Sánchez puede dudar de que el presidente lo tiene todo atado y bien atado con Puigdemont desde hace ya mucho tiempo. Lo que vemos ahora en las noticias no es más que una pantomima para que cada uno de ellos pueda justificarse ante su electorado. Pero ya verán como dentro de muy poco llegan «milagrosamente» a un acuerdo «in extremis».

La amnistía ya está más que negociada. El trámite del Tribunal Constitucional que pidió el PSOE hace unos días para aclarar «la viabilidad de la ley de amnistía» no es más que una comedia con la que Sánchez pretende legitimar sus irresponsables aspiraciones. ¿Creen acaso que Sánchez no obtendrá el aval del TC? Si piensan eso, no nos va a quedar más remedio a Conde-Pumpido y a mí que darles un buen tirón de orejas.

Y es que Puigdemont, a pesar de tener una fregona en el pelo, no es tan necio como cabría esperar. Sabe que en cualquier negociación las dos partes han de ceder algo. ¿O es que piensan que no está deseando volver a España?

Así que, querido lector con algo de conciencia, lo único que nos queda por hacer ante esta lamentable situación es resignarnos y resistir todo lo que se nos viene encima. Hay que seguir luchando, por supuesto, pero siendo conscientes de que por ahora poco podemos hacer para combatir algo que ya está decidido.

Lo más preocupante no es que Puigdemont vuelva a España. Lo auténticamente grave es el camino que ha elegido Pedro Sánchez para conseguirlo. La Constitución tiene una naturaleza muy clara. Cualquier mordisco que se le dé a una de sus partes fundamentales supone el cambio completo de su esencia. Y eso sí que es peligroso.

Si se atreven a amnistiar a Puigdemont prostituyendo la legalidad a su antojo, solo cabe preguntarse una cosa: ¿qué será lo siguiente? La Monarquía corre peligro.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista
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