Iker Jiménez: un hombre libre
La legión de seguidores de Iker es tan amplia y fiel que siempre lo seguirán allá donde vaya, ya sea en una red social, en una tele o en una radio. Siempre tendrá oportunidades porque es francamente bueno en lo que hace. Y eso a sus enemigos debe dolerles mucho
Iker Jiménez ha cometido el peor error que se puede cometer en este país. Y no me refiero a la evidente metedura de pata de Rubén Gisbert con lo del barro ni a lo que dijo en el fragor de la DANA respecto a los «muchos, muchos muertos» que podría haber en el aparcamiento de Bonaire. No. El momento exacto en el que el veterano periodista comenzó a cavar su tumba mediática fue el día en el que se atrevió a lanzar «Horizonte» enfrentándose al poder de manera directa y sin remilgos.
Sigo a Iker Jiménez desde hace muchísimos años. Desde aquellos tiempos en los que hacía Milenio 3 en radio, pasando por su desembarco en la televisión con Cuarto Milenio hasta hoy, que está presente en todos los medios y plataformas habidas y por haber. Para que se hagan una idea de lo que les digo, hasta sigo con entusiasmo su lista de Spotify, que es más una oda psicodélica al cosmos que música propiamente dicha.
Lo que siempre me ha atraído de Iker no es su contenido propiamente dicho, que por supuesto también, sino la forma tan característica y auténtica que tiene de contar y hacer las cosas. Es un chef de la comunicación que prepara información de autor suculenta y veraz. Y su trabajo le ha valido tres estrellas, no les quepa duda. Pero como todos los chefs, también comete errores.
En sus programas, por ejemplo, nunca utiliza guion. Un dato relevante si tenemos en cuenta que hoy en día hasta los estornudos están previstos en televisión. Y, además, toca temas que nadie es capaz de abordar sin que lo tomen por loco e invita a personas que, si no fuera por él, nunca serían escuchadas por el gran público. Iker transmite seriedad en todo lo que hace. Una profesionalidad sustentada por dos características fundamentales que, para mí, son la clave de su éxito y por las que estoy dispuesto a poner la cara por él: carisma infinito y, sobre todo, bondad manifiesta.
Porque si de algo estoy totalmente seguro es de que Iker Jiménez es buena persona. Esas cosas se notan enseguida, y aunque puede ser que alguien te engañe o que te equivoques en el juicio, cuando llevas tanto tiempo siguiendo a una persona y ese sujeto, independientemente del éxito y el poder que haya ido cosechando, permanece exactamente igual que el primer día, entonces sabes que tu primer criterio era el verdadero y que has dado con una persona de verdad. Ese es Iker, una persona con valentía y sin imposturas.
Pero, como todo ser humano con algo de sensibilidad, en un momento dado de la pandemia, Iker se dejó llevar por el enfado. Y ahí cometió su gran error. Los que lo conocemos bien, ya habíamos escuchado su lado más humano y combativo en otros espacios seguros más allá de Cuarto Milenio, tales como «Universo Iker» o más tarde «La estirpe de los libres». Pero ese lado de Iker, que a mí es el que más me gusta, nunca se había escuchado tan claramente en prime time como sucedió con «Horizonte». Ahí fue cuando Iker Jiménez comenzó a convertirse en un peligro para el poder.
Para sorpresa de todos, lo que comenzó como algo temporal se quedó en nuestras parillas aumentando su éxito año tras año y convirtiéndose en un referente nacional en lo que a información se refiere. Y así, sin previo aviso, Iker dejaba de ser «el de los fantasmas» para erigirse en el azote de la desvergüenza política. Un peligro para los corruptos y los mentirosos.
La envidia, ese emblema nacional, no perdona a los que destacan. Esa enfermedad infecta vela siempre por los mediocres y no tolera que nadie asome la cabeza. Y si a este hecho conocido por todos le sumamos que, además, Iker nunca ha tenido problema en atacar a los poderosos, independientemente de quienes sean, todo sea dicho, pues ya saben lo que pasa... Persecución, cancelación y, finalmente, ejecución en la plaza pública.
Primero ha sido el banco ING el que ha quitado la publicidad de sus dos programas de Cuatro, pero estoy convencido de que serán más los anunciantes que abandonarán a Iker como consecuencia de la campaña salvaje de difamación que están llevando a cabo todas las cadenas controladas de una forma u otra por el Gobierno para cargárselo.
Esas pirañas mediocres y rencorosas llevaban años merodeando la pecera del éxito de Iker Jiménez, olfateando su sangre con paciencia. Ha bastado un fallo del periodista, del que por cierto ya se ha disculpado y por el que ha tomado las medidas pertinentes para que no vuelva a suceder, para que todas ellas, al unísono y entonando la misma cantinela, se lancen sin piedad a su cuello clamando por acabar públicamente con una persona que lo único que ha hecho es ser sincero y transmitir la verdad a toda su audiencia día tras día año tras año.
Lo que me consuela de toda esta cacería es que Iker de tonto no tiene un pelo. Aunque lo deseable es que los anunciantes inteligentes aguanten estas acometidas sincronizadas y sean fieles a una persona que siempre lo ha sido consigo misma y con todos los que lo siguen, si no lo hacen, tampoco me preocupa demasiado. La legión de seguidores de Iker es tan amplia y fiel que siempre lo seguirán allá donde vaya, ya sea en una red social, en una tele o en una radio. Siempre tendrá oportunidades porque es francamente bueno en lo que hace. Y eso a sus enemigos debe dolerles mucho. Y me alegra.
España necesita más Iker Jiménez y menos perros del poder que eliminan a sus competidores mediante las más infames estrategias. Por eso, si nunca lo han escuchado, me gustaría invitarlos a que lo hagan de forma urgente. Y no solo por ayudar a Iker en un momento delicado, sino porque estoy convencido de que si lo hacen descubrirán lo mismo que descubrí yo la primera vez que lo escuché: un hombre libre.
- Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista