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en primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos

España necesita más ricos

Por eso la izquierda odia tanto a Amancio Ortega. Es su peor pesadilla. Un señor de extracción humilde que gracias únicamente a su ingenio se ha convertido en el empresario más importante de la historia de España

Actualizada 01:30

En un nuevo capítulo del delirio orwelliano que vivimos con este gobierno, ahora les ha tocado el turno a las herencias. Nuestra muy poco poderosa ministra de trabajo, Yolanda Díaz, ha decidido que, para apoyar los próximos presupuestos de 2025, una de las medidas que tendrá que admitir su socio Pedro I «El conquistador» será la de gravar aún más si cabe el patrimonio que nuestros padres nos dejen una vez doblen la servilleta. Lo ha llamado Impuesto Estatal «de solidaridad a las grandes herencias».

Ricos

Lu Tolstova

Antes o después esto tenía que suceder. Aunque a mí no me engañan, la verdad. En realidad, esta medida, que sin duda se aprobará, es una orden directa de Pedro Sánchez para perjudicar a Madrid y a todas las comunidades gobernadas por el PP y, de paso, esconder su autoría directa escudándose, como diría Quevedo, en el espolón de su galera.

Y con esto damos un paso más hacia el paraíso socialista soñado y ejecutado por visionarios de la talla de Hugo Chávez o Fidel Castro y anhelado vehementemente por Pedro. Ciudadanos pobres dependientes de las limosnas del Estado y sin capacidad de moverse un solo milímetro de los dictados de la férrea línea oficial. Corderitos asustados que tiemblan bajo la bota implacable del aparato que todo lo sabe, que todo lo puede y que todo lo prohíbe.

Y nosotros tan contentos. Y es comprensible. La estrategia de desgaste orquestada con meticulosidad por el Gobierno consiste en tapar un escándalo con otro y hacer que nos olvidemos rápidamente de lo que pasó ayer para dar paso a un desastre aun mayor cada día. Y mientras tanto, eso sí, todas las locuras entran en vigor y se amontonan en el BOE sin que les prestemos demasiada atención.

Siempre me pregunto qué me diferencia a mí respecto a personas que, por ejemplo, se alegran de que el Estado, como parece será el caso, robe a una persona que ha estado trabajando y ahorrando toda la vida para vivir bien y que lo único que quiere es dejarle algo a sus hijos para que disfruten del resultado de toda una vida de esfuerzo. Y lo único que viene a mi cabeza es tan simple y antiguo como la propia España: la envidia.

Yo no soy envidioso. Mi madre siempre nos enseñó a mi hermana y a mí a alegrarnos por el bien ajeno. Si veo un coche más grande y mejor que el mío o si veo una casa mejor no aprieto los dientes llenos de desesperación y rencor. Al revés, me produce satisfacción que a esa persona le vaya tan bien. Si es rico por herencia pienso en lo mucho que han tenido que trabajar sus padres para conseguir que sus hijos no tengan que preocuparse por el dinero. Me alegro por su suerte. Y si son afortunados porque lo han ganado ellos mismos, me siento aun más satisfecho. En un mundo tan competitivo como el de hoy, tiene mucho mérito hacer fortuna, y quien la hace es porque sin duda ha bregado duramente para conseguirla.

Por eso la izquierda odia tanto a Amancio Ortega. Es su peor pesadilla. Un señor de extracción humilde que gracias únicamente a su ingenio se ha convertido en el empresario más importante de la historia de España. En sus pequeñas mentes no pueden comprender cómo algo así ha sido posible.

No quieren que la sociedad admire este ejemplo claro de superación y éxito simplemente porque detestan que una persona de extracción baja destaque sobre el resto. No quieren que su ejemplo sea emulado por otras personas porque eso supondría que pueden pensar por sí mismas y todo su proyecto se vendría abajo. La capacidad de discernir es el enemigo número uno de nuestro Gobierno. Que alguien crea que a base de esfuerzo y superación puede cambiar su suerte es algo que no solo no toleran, sino que persiguen con saña.

Por eso promueven la envidia y difunden bulos sobre Amancio Ortega y Juan Roig. Por eso atacan sin piedad a los autónomos y a los emprendedores. Porque saben que son mejores que ellos y porque tienen ideas y valores que ellos jamás podrán acariciar con sus mediocres pezuñas. No soportan el talento y es precisamente por eso por lo que quieren igualar a todo el mundo por abajo.

Hay una anécdota bastante conocida que cuenta cómo en una misma charla, dos socialistas, el portugués Mario Soares y el sueco Olof Palme, discutían junto a otras personas sobre el modelo de país que querían. En un momento dado, Soares intervino y dijo que él en Portugal lo que quería era «acabar con los ricos» para distribuir su riqueza entre los pobres. A lo que el inteligentísimo Palme contestó algo así como: «Pues que curioso Mario, porque yo en Suecia lo que quiero es que todos sean ricos».

¿Qué modelo creen ustedes que quiere Pedro Sánchez?

El último reducto de libertad lo tenemos en nuestras casas y pronto quedará reducido a la nada. Aprovechen todavía que pueden y enseñen los valores del esfuerzo y el trabajo a sus hijos. Traten de escapar del aparato de propaganda de Pedro y anímenlos a no conformarse y a no depender de nadie más que de ellos mismos. Enséñenles que los ricos no son demonios antropófagos que devoran a los pobres por las noches. Díganles que los empresarios, los autónomos, los emprendedores, los inversores, los comerciantes y todas esas personas que luchan cada mañana por ser mejores son el eje sobre el que gira todo, el corazón de nuestro país.

Y ya de paso, adviértanles sobre el peligro de querer ser como Pedro Sánchez.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista
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