La tiranía de Napoleonchu
«Y eso que él mismo fue preparador en tiempos que ya habrá olvidado y se ganaba unas ‘perricas’ que sin duda aliviaron sus traumas barriales y quizás le permitieron encargarse en el sastre, porque de segunda mano no hay de su talla ese uniforme que ensucia a diario y al que llama traje.»
La degradación de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores es mayor cada día. No se ve un intento de rectificación porque deben estar muy orgullosos de lo que están haciendo. Ahora se está promoviendo a los Albares boys porque Napoleonchu sabe que tiene a la inmensa mayoría de la carrera en contra y estos jóvenes ven que les nombran para puestos que en el pasado hubieran requerido muchos más años de experiencia. Y ahí va dejando una semilla duradera.
Lo que estamos viviendo debería acabar en los tribunales y me ha impresionado especialmente el artículo que publicó el sábado mi admirado embajador (jubilado) Javier Jiménez Ugarte. Tuve trato con él en los años en que estuvo destinado en el Ministerio de Defensa, donde realizó muy bien la más difícil de las tareas, y ha tenido al menos dos embajadas en la Unión Europea: Grecia y Suecia. Confieso que Jiménez Ugarte me invitó a Suecia tres días (15 al 18 de marzo de 2014) para participar en un seminario sobre «El futuro del periodismo» en el que también requirió la presencia de mi colega de El País Carmela Ríos. Menciono esto como aclaración por si alguien cree que tengo alguna deuda de gratitud con el embajador Jiménez Ugarte, del que quiero destacar el excepcional artículo Albares no quiere que los diplomáticos den clases de postgrado en centros privados publicado en The Objective el 22 de los corrientes.
Lo que allí se cuenta es lo que Jiménez Ugarte relató el pasado 26 de febrero ante la Asamblea General de la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE). Por resumir, diré que el jubilado embajador ha intentado organizar un curso de posgrado sobre «Política y Acción Exterior, funciones Consulares, Cooperación y Organismos Internacionales». Una perita en dulce para aspirantes a diplomático que se iba a impartir en la ISDE Law & Business School. Como es lógico, no se buscaba que los intervinientes fueran sólo diplomáticos jubilados, sino que querían tener también a profesionales en activo.
Una de las características de la carrera diplomática es que los destinos en Madrid están muy mal retribuidos, así que a nadie le amarga un dulce y Jiménez Ugarte encontró jóvenes diplomáticos en activo muy bien cualificados para cubrir los puestos docentes. Pero, en palabras del embajador Jiménez Ugarte, «desgraciadamente, una de las compañeras a la que había propuesto la dirección y una de las ponencias de otro de los módulos, se preocupó por la posibilidad de que estas clases pudiesen chocar con la Ley de Incompatibilidades del personal al servicio de las Administraciones Públicas núm. 53/1984. Aunque hice lo posible por convencerla de que ello no era así, dada la existencia en el citado texto de un art. 19, letra 1 h) que las autoriza expresamente, los numerosos precedentes de otros cuerpos superiores y los informes positivos que tenía de expertos juristas, no logré que superase su preocupación, lo que yo atribuí al temor —más recientemente otros compañeros en activo han hablado de «terror»— existente en Exteriores, de que cualquier iniciativa personal sin autorización previa pudiese encontrar un inmediato o futuro castigo del temido ministro Albares.»
Éste es el grado de terror que asola hoy Exteriores, porque inmediatamente los otros cuatro diplomáticos en activo que iban a impartir el módulo al que ella se había comprometido se dieron de baja. Fin del programa.
¿Qué es esto de que Napoleonchu pueda interferir en lo que hacen los diplomáticos en sus horas libres? ¿Por qué no les deja ayudar a formar a sus futuros compañeros? No sin razón, me dice un embajador de España al que ya le han nombrado sustituto en su último destino: «Y eso que él mismo fue preparador en tiempos que ya habrá olvidado y se ganaba unas ‘perricas’ que sin duda aliviaron sus traumas barriales y quizás le permitieron encargarse en el sastre, porque de segunda mano no hay de su talla, ese uniforme que ensucia a diario y al que llama traje.»
En estas manos estamos.