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EN PRIMERA LÍNEAJuan Van-Halen

La decadencia española ¿y su paréntesis?

Vuelvo a una España de Reyes luchadores, potente, que creía en sí misma y se hacía respetar

Actualizada 15:16

Ante el inicio del «año de Franco» programado por Sánchez, recuerdo la conversación con un gran y viejo amigo de cuyo nombre no quiero acordarme para evitarle chuzos de punta. Mi amigo me dijo: «No te engañes, el franquismo fue un paréntesis en la decadencia de España». Desechando la ideología, mi pasión por la Historia me hizo repensar aquella opinión.

Lu Tolstova

Retrocederé en el tiempo y resumiré. Vuelvo a una España de Reyes luchadores, potente, que creía en sí misma y se hacía respetar. Otros Reyes decepcionaron. Flandes y más quedaron atrás y parte de la Europa que deshicimos, o casi, nos deshizo a nosotros. Quedaba Ultramar, América. Una regular –cuando no mala– administración en aquellas tierras que, desde la Reina Católica, gozaban de los mismos derechos que la metrópoli, hizo que América buscase ser ella misma.

Con Fernando VII, un felón, el Ejército destinado a luchar contra el grito independentista americano, se sublevó, con Riego y Quiroga a la cabeza, para conseguir la libertad que alentaba al regresar el Rey de Valençay y él cercenó. Aquellas tropas no viajaron a América, sino que recuperaron en España una libertad endeble. Repuesto el Rey Fernando por las bayonetas francesas, volvió el absolutismo. Más decadencia.

Isabel II, llegada al trono al cambiar su padre las normas sucesorias, provocó guerras civiles, destrucción nacional, y nuevos pasos en la decadencia. Destronada Isabel II, que no era un ejemplo de moralidad ni de inteligencia, unos gobiernos aderezados por Serrano y Prim, y la importación desde Italia de Amadeo I, no arreglaron nada. Tras irse, cansado, Amadeo, llegó una República enfrentada consigo misma, el cantonalismo, el poder personal de Serrano y, como resultado, más decadencia y caos.

Alfonso XII, proclamado manu militari por Martínez Campos, finalizó la tercera guerra carlista. Murió antes de cumplir treinta años. Tuvo el apoyo fundamental de Cánovas, que al iniciarse la Regencia de María Cristina inventó el turnismo entre progresistas y moderados. El asesinato de Cánovas en 1897 fue una desgracia nacional. Los problemas en Cuba, y sobre todo la guerra hispano-norteamericana, acabó con los restos del viejo Imperio en América y Asia. Una puntilla. El «desastre del 98» tensó más la decadencia.

El catalanismo, aprovechando la debilidad nacional -véase al débil Sánchez-, el estallido de una guerra impopular en el Rif y las consecuencias del 98, marcaron el reinado efectivo de Alfonso XIII. El asesinato de Canalejas en 1912, un jefe de Gobierno regeneracionista y liberal, agravó la situación. El desastre de Annual en 1921, con 11.500 militares muertos, supuso más decadencia. Reaccionó el general Primo de Rivera con su golpe en 1923, asumido y acaso alentado por el Rey. España se convirtió en una dictadura coronada.

Primo de Rivera acabó la guerra del Rif, pero supuso un gran desgaste para la Monarquía. Alfonso XIII trató de enmendarlo, pero era tarde. Tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, ganadas en su conjunto por las candidaturas monárquicas. pero no en las grandes ciudades, los partidos del Pacto de San Sebastián, proclamaron la República sin soporte legal alguno. El poder había quedado en la calle.

Pronto resultó evidente que la República sería de izquierdas o no sería. La quema de iglesias y conventos con sus bibliotecas y obra de arte fue un síntoma. Largo Caballero, líder socialista, basculó hacia un radicalismo extremo. La izquierda radical, incluido el PSOE, se alzó en Asturias en 1934 contra el Gobierno de la República porque había ganado las elecciones el centro-derecha. Casi dos mil muertos. Los independentistas declararon el Estado Catalán. Largo Caballero afirmó que los socialistas estaban preparados para una deseada guerra civil. Se sucedían los asesinatos y atentados de unos y otros. Seguía la decadencia nacional. El 13 de julio de 1936 fue sacado de su casa y asesinado por fuerzas de Orden Público el líder de la oposición José Calvo Sotelo.

Ante el posible golpe izquierdista hacia la guerra civil, reiterado por Largo Caballero, Franco advirtió al presidente del Gobierno, Casares Quiroga, de la inquietud del Ejército. Se preparaba un golpe. El Gobierno creía que una militarada fracasaría. No hizo nada. El golpe fracasó, pero se convirtió en una guerra de tres años. Más decadencia. Tras la contienda el país tuvo que reconstruirse. La dictadura de Franco evolucionó, lógicamente, en su largo periodo. Poco tienen que ver los años 40, de penurias, represión y cuentas por saldar, y los últimos 50, abiertos al mundo, con los tecnócratas en la dirección de la economía y el Plan de Estabilización y Liberalización. Se corrigió el déficit presupuestario, se saneó la economía con medidas de liberalización interior y exterior, se suprimió el férreo control económico. Un crecimiento sin precedentes transformó la estructura social española.

La tasa de desempleo se mantuvo en unos niveles muy bajos: un 2 % a lo largo de la década de los 60. España pasó de predominantemente agrícola a industrial. A principios de los 70 España era la 12ª potencia industrial del mundo. Aquella España evolucionada, década de los 60 y principios de los 70, creó una nueva clase media, una incorporación masiva a lo que llamaríamos «consumo de masas». Paralelamente se produjo un avance social. Desapareció prácticamente el analfabetismo. En 1970 la cobertura de la seguridad social alcanzaba ya al 80 % de la población. Se habló de «milagro español».

La que podría considerarse actual decadencia se debería al radicalismo y mediocridad del Gobierno. Me pregunto cómo encontrarán la realidad quienes vengan detrás. Los sucesores de Zapatero constataron que en el traspaso de poderes recibieron cifras falsas. Hoy las padecemos al proclamarse que la economía va como un cohete.

Esta panorámica no aparece en la «memoria histórica» pero otorga alguna razón a mi sabio amigo.

….

Juan Van-Halen es escritor. Académico correspondiente de la Historia y de Bellas Artes de San Fernando.

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