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TribunaGonzalo Ortiz

Dos años de guerra en Ucrania

Tras dos años de guerra parece evidente que sin fuertes ayudas continuadas Ucrania no podrá resistir a su poderoso vecino

Actualizada 01:30

Hoy, 24 de febrero, se cumplen dos años de guerra entre Rusia y Ucrania. Entonces Putin había concentrado tropas en la frontera insistiendo en que se trataba de unas maniobras y que en ningún caso se atacaría a Ucrania. Hace dos años comenzó lo que para Rusia sigue siendo simplemente una «operación militar especial».

Dos años de intensos combates, miles de muertos y millones de desplazados. Rusia ha conseguido ocupar las regiones orientales de Donetsk y Luhansk, pero fracasó su avance sobre Kiev con la idea de instaurar un régimen controlado por políticos afines a Moscú. Fracasó, también, la ofensiva ucraniana de junio 2023 como varios intentos de romper el frente en Meritopol. Fue volado el gaseoducto Northstream, que llevaba gas ruso a la economía alemana, destruidas presas como las de Nova Koklova, y ocasionalmente dañados lugares icónicos como el gran puente que liga la península de Crimea con el continente ruso. Miles de millones de dólares han sido gastados en armamento y munición. El pasado 24 de enero cayó un avión ruso que supuestamente transportaba decenas de prisioneros de guerra ucranianos. Tras una activa participación en la guerra, pereció el jefe de los mercenarios rusos, Wagner, en un sospechoso accidente aéreo. Muertos y ruinas en un largo frente que tiende a estabilizarse.

Tras los primeros combates hubo algunos amagos de negociación, plasmados en los acuerdos de marzo de 2022 de Estambul, pero aquello acabó en agua de borrajas. Finlandia y Suecia presentaron sus candidaturas a ingresar en la OTAN. Los Estados Unidos del presidente Biden y la Unión Europea, en cuasi unanimidad (la excepción es la Hungría de Orban), apoyaron (como la ONU) a Zelenski con firmeza.

Pero hoy hay fatiga de guerra, aunque la Unión Europea acaba de aprobar 50 mil millones de euros de ayudas presupuestarias que Ucrania necesita desesperadamente. El Congreso de los Estados Unidos duda sobre autorizar nuevas ayudas en un año electoral donde la sombra de Trump tiende a paralizar todas las iniciativas. Recientemente, el secretario general de la OTAN, Stoltenberg, afirmaba que «esta guerra es básicamente una guerra de municiones». Y Putin ha viajado hasta Vladivostok para que Corea del Norte garantice la munición que necesita.

La guerra ha puesto en evidencia los límites tecnológicos del armamento ruso, carros de combate, cazas, misiles, submarinos, sistemas de protección antiaérea, etc. Del lado ucraniano los formadores occidentales han mejorado la destreza de los soldados que manejan con soltura misiles y drones. Pero no han aparecido armas sorpresa que puedan desequilibrar el curso de la guerra. Y Rusia no ha estado interesada ni en la propagación del conflicto, ni en la utilización de su arsenal atómico.

En la entrevista concedida por Putin al periodista americano Tucker Carlson (que recientemente estuvo en Ferraz cubriendo las manifestaciones antiamnistía) ha quedado implícita la disponibilidad rusa a negociar, a la espera de los resultados electorales en Norteamérica. La entrevista ha sido una extraordinaria arma de propaganda del Kremlin, que ha sido descargada por más de 15 millones de personas. En ella, Carlson se autoasigna el papel de alumno distraído a merced del relato del profesor Putin. Nada que ver con una verdadera entrevista en la que el periodista debe interrumpir y repreguntar (sirvan de referencia la de Jorge Ramos a Maduro, o la del periodista de la BBC Steve Rosenberg a Lavrov o a Lukashenko).

«Dejen de suministrar armamento y será muy fácil de terminar» dice Putin. No hay en la entrevista ningúna expresión de remordimiento ni de culpa por parte del líder ruso, causante principal de tantas muertes y destrucción. Para Putin la guerra sería el efecto inevitable de la «desbocada expansión de la OTAN hacia el este» (Mersheimer), y el flagrante incumplimiento de los acuerdos de Minsk de 2019.

Para el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, se trata de «preservar la integridad y soberanía de un país miembro» y en esa postura moral y política se han alineado Estados Unidos, el Reino Unido y la Unión Europea. Tras dos años de guerra parece evidente que sin fuertes ayudas continuadas Ucrania no podrá resistir a su poderoso vecino. Zelenski acaba de destituir al máximo responsable de sus fuerzas armadas, prueba de que la guerra no marcha para los ucranianos de forma favorable. Si ganara Trump la asistencia norteamericana puede flojear.

Piensan muchos analistas que la guerra acabará como la de Corea: sin tratado de paz, y con unas fronteras artificiales fijadas por los combates, que luego se estabilizarán con el paso de los años. Ucrania acabará siendo miembro de la Unión Europea, lo que será importante como futuro granero europeo y con su potente industria pesada. Conservará su salida al mar, pero le será imposible recuperar las «regiones rusófonas», regalo de Stalin a la república socialista soviética de Ucrania.

Quedará sin embargo un poso terrible de enemistad ruso-ucraniana, difícil de superar. El patriarca ortodoxo de Kiev seguirá distanciado del de Moscú. Y empezará la tarea ingente de la reconstrucción del país, y de la necesaria cicatrización de heridas. Habrá que desminar los campos, hoy sembrados de artefactos explosivos. Y Putin no intentará nuevas aventuras.

  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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