De ateísmo a autodiálogo
El ateísmo antiguo, y especialmente el de los atomistas, que es su referente más serio, criticaba a la religión por el temor que era capaz de provocar entre los creyentes
Ateísmo antiguo y moderno
El ateísmo antiguo, y especialmente el de los atomistas, que es su referente más serio, criticaba a la religión por el temor que era capaz de provocar entre los creyentes. El ateísmo moderno la crítica por dos razones opuestas: o bien porque no admite competidores en la oferta de consuelo (Marx y la religión como el opio del pueblo) o porque no admite competidores en su oferta de angustia (Heidegger y el existencialismo).
Ateísmo y virtud
Para Robespierre, aquel hombre ebrio de virtud republicana, el ateísmo era un vicio exclusivo de señoritos ociosos y de sus filósofos falderos, pensadores de salón. «El ateísmo es aristocrático», llega a escribir en noviembre de 1793. Por el contrario, la idea de un Ser Supremo (en Robespierre siempre resuena la voz de Rousseau) que vela por la inocencia del oprimido y castiga el crimen aparentemente triunfante, es completamente popular (esto es lo que escandalizará a Marx). Sentía una gran animadversión contra los filósofos que confundían la causa religiosa con la de los déspotas y veían conspiradores contra el Estado en todo aquel que iba a misa.
Son enemigos del pueblo, concluye Robespierre, quienes pretenden forzarlo a ver en la Revolución el triunfo del ateísmo, y no el de la virtud, cuando el ateísmo es un crimen político. «El ateísmo es la antítesis de la virtud, y por lo tanto es antirrepublicano». Por esta razón mando a la guillotina a Anacarsis Cloots, aquel «enemigo personal de Jesucristo» (son sus propias palabras).
«Predicar el ateísmo», añade Robespierre, «no es más que una manera de absolver la superstición y de acusar a la filosofía; y la guerra declarada a la divinidad no es más que una diversión a favor de la realeza».
En conclusión: «Sujetemos la moral a bases eternas y sagradas; inspiremos en el hombre ese respeto religioso por el hombre, ese sentimiento profundo de sus deberes, que es la única garantía de la felicidad social.»
Ateísmo. Tres aforismos
José María Pemán: «El ateísmo no es más que el plural de Dios».
Pascal Quignard recoge en Los desazornados esta definición de Sade: «El ateísmo es la explosión de la representación que las sociedades se hacen de sí mismas».
Chesterton: «Si no hubiera Dios, no habría ateos».
Atención
No hay superficie en la tierra que nos llame más la atención que un rostro humano.
Auschwitz
Adorno escribió en 1944: «Después de lo que pasó en el campo de Auschwitz hay que ser un desalmado para escribir un poema». Repitió esta tesis con toda su intensidad en 1961, negándose a restarle ni un ápice de su fuerza.
Lo obvio es que no está siendo imposible la grosería de los turistas que se hacen fotos en la entrada de Auschwitz como si estuvieran compitiendo en un apremiante concurso de vulgaridad narcisista. Un millón de muertos no es para ellos más que el contexto de su selfie.
¿Por qué habría de ser imposible la poesía si es posible la vulgaridad?
Wittgenstein ha escrito que «de lo que no se puede hablar, mejor callarse». ¿Pero por qué callar? ¿Acaso frente a la pobreza de la palabra no se puede saltar, morder, escupir, acariciar o aullar?
Adorno contesta en parte a esta pregunta en 1966: «El sufrimiento perenne tiene tanto derecho a la expresión como el martirizado a aullar, por eso quizás haya sido falso que después de Auschwitz ya no se puede escribir ningún poema. Pero no es falsa la cuestión menos cultural de si después de Auschwitz se puede seguir viviendo, sobre todo de si puedo hacerlo quien casualmente escapó y a quien normalmente tendrían que haber matado».
¿Se puede aullar un poema sobre Auschwitz?
Paul Celan lo intentó y acabó lanzándose al río Sena desde el parisino puente Mirabeau, en 1970. Su suicidio es el último gesto del superviviente que no puede ni hablar ni permanecer callado ante la normalidad de la vida cotidiana. Intentó escribir poemas en los que la belleza del lenguaje no enmascarara la tragedia. Escribió, de hecho, contra el lenguaje.
Pero sabemos que en la práctica de la deshumanización programada de Auschwitz también hubo poesía. Entre los cadáveres, los montones de heces, las cenizas humanas de las chimeneas y la programación sistemática del odio a uno mismo, hubo quienes resistieron afirmándose con orgullo como seres provisionalmente vivos. Y para ello buscaron el amparo de la poesía.
La pregunta de si es posible la poesía puede responderse de esta manera: ¿Sigue siendo necesario negarle toda posibilidad de victoria póstuma a Hitler? Si creemos que sí, entonces sigue teniendo sentido el esfuerzo de santificar la vida y de mantener encendida la llama sagrada de la poesía.
Autenticidad
«Me gustaría pensar que hubo otra época (u otro lugar) en que las cosas eran diferentes. No hemos visto nunca una vida auténtica… y no vamos a verla....» (Henry Miller, Trópico de Capricornio)
«Sólo somos auténticos cuando ningún talento nos estorba...» (Cioran)
Autoamnistía
Peter Sloterdijk: «La mentalidad de la izquierda contemporánea me parece marcada por una inclinación para la que propongo el término autoamnistía. La izquierda contemporánea es la parte de la sociedad que tiene el privilegio de perdonarse a sí misma sus propios errores».
Todo está perdonado, según la izquierda, a quien tiene la buena voluntad de cambiar el mundo. Todo está permitido a la Guardia Roja del tiempo.
Todo sucede como si los crímenes de izquierda fueran crímenes sin criminales.
Autodiálogo
El pensamiento, dijo Platón es el diálogo interiorizado. Pensar con uno mismo. Por eso, como bien entendió Unamuno, un autodiálogo no es un monólogo.